La actuación de la tripulación del pesquero Nuestra Madre de Loreto es aún más encomiable en comparación con la falta de escrúpulos y de humanidad que durante dos días han demostrado las autoridades libias. Finalmente, el Gobierno de Trípoli autorizó ayer el desembarco de la nave alicantina que rescató el miércoles a 25 inmigrantes a 90 millas de sus costas. La situación a bordo del pesquero ha sido desesperada, máxime teniendo en cuenta que uno de los inmigrantes está muerto. Los hechos se asemejan de forma macabra a lo acaecido hace 15 días ante la costa de Malta – miembro de la UE – , que se negó a auxiliar al pesquero Montfalcó, tras rescatar a 26 subsaharianos, o a la situación vivida en febrero, cuando Mauritania impidió el desembarco de 200 paquistaníes interceptados en alta mar. Ayer, los oficios diplomáticos del Ministerio de Exteriores resultaron más eficaces que en los casos citados y en otros anteriores, en los que fue evidente la escasa presión negociadora de nuestras embajadas. Antes de que se conociera el cambio de actitud de Libia, el armador del Nuestra Madre de Loreto se mostraba desolado ante su falta de colaboración, replanteándose su reacción ante un futuro rescate. Su comportamiento ha sido intachable y el único posible. Cabe esperar que el Gobierno logre el apoyo de nuestros socios para intensificar las medidas de presión contra los países que incumplen los más elementales deberes de auxilio a los náufragos, tal vez confiando en que otros serán más sensibles a las desgracias ajenas.