Libia rechaza al pesquero que salvó a 25 inmigrantes
El Mundo, , 15-06-2007Fomento dio la orden al barco de que fuese a Trípoli pero el país africano no había autorizado el desembarco La historia se repite. Una vez más un pesquero español rescata a unos inmigrantes a la deriva en alta mar y una vez más, los marineros se dan de bruces con la falta de solidaridad de los países más cercanos.
Si a finales de mayo, Malta se negaba a acoger a los 26 sin papeles rescatados por el atunero Montfalcó, anoche fueron las autoridades de Libia las que rechazaron la entrada al pesquero Nuestra Madre del Loreto, que había auxiliado a otros 26 inmigrantes, aunque uno de ellos falleció. Tras recoger ayer a los sin papeles y a un cadáver, el buque partió rumbo a Trípoli, el puerto más cercano, al que, según el derecho marítimo internacional, corresponde hacerse cargo de los náufragos.
Según informó el armador, José Durá, Salvamento Marítimo dio vía libre al barco para que navegase rumbo al país africano porque contaba con los permisos necesarios. Sin embargo, un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores aseguraba que las autoridades de Trípoli no habían autorizado el desembarco.
Desde Exteriores afirmaron que tan sólo se había producido una conversación telefónica informal entre una autoridad portuaria libia – que no era la competente – y Salvamento Marítimo español. También precisaron que no habían dado ninguna instrucción al Nuestra Madre del Loreto, desautorizando así las órdenes del Ministerio de Fomento, lo que representa un nuevo capítulo de descoordinación ministerial en temas de inmigración.
El armador del buque se mostró anoche desolado y aseguraba a este diario: «Salvamento Marítimo nos dijo que el permiso para desembarcar en Libia estaba autorizado y confirmado. La tripulación llevaba 10 horas navegando rumbo a Trípoli y cuando sólo quedaban 40 minutos, les han comunicado que les habían denegado el permiso».
Casualmente, José Durá es también el armador del barco Francisco y Catalina, que en julio del año pasado rescató a 51 subsaharianos en aguas de Malta. El barco tuvo que permanecer durante una semana retenido, ante la negativa de este país a acoger a los sin papeles.
Durá, capitán del Francisco y Catalina durante aquel salvamento, no admite comparaciones con la situación vivida hace un año por una diferencia sustancial: ahora hay un cadáver, se encuentran en las tórridas aguas a 95 millas de Trípoli y el pasaje está muy nervioso y disgustado tras la negativa del Gobierno de Muammar Gaddafi.
Nuestra Madre de Loreto se dio la vuelta para salir de aguas de Libia, ya que Salvamento Marítimo le ordenó anoche que no desembarcara en Trípoli y navega a poca marcha por si hay un cambio de actitud del Ejecutivo libio.
El relato del naufragio realizado por el patrón del barco José Luis Sestayo es estremecedor. «Fueron todos nadando hasta los salvavidas que les tiramos, pero uno de ellos se ahogó porque el resto de compañeros le pasó por encima. Le dejaron debajo, aunque sí que pudimos recuperar su cadáver».
Con la voz entrecortada y un acento gallego a veces ininteligible, reconstruye para EL MUNDO un episodio que lo único que le ha dejado son «ganas de llorar». «Les dimos un cola – cao con leche sobre las siete de la mañana cuando todavía estaban en la patera y después, volcaron el cayuco, se pusieron a gritar, se tiraron al mar y uno de los chiquillos que intentaba alcanzar los salvavidas que le tiramos, se ahogó».
La odisea comenzó alrededor de las 23.40 horas del miércoles. Uno de los tripulantes del barco avistó una patera que tenía una pequeña luz y que se dirigía hacia ellos. Tan sólo pasaron unos segundos, cuando tenían el cayuco literalmente encima del barco. «Se arrimaron todo lo que pudieron y yo me separé unos 30 metros, pero en ese momento, uno de ellos se echó al mar agarrado a una garrafa vacía de gasolina», indica el capitán. Sestayo precisa que a esa hora «la mar estaba muy mala» y si no actuaban, «al chico se lo tragaba el agua». Y así fue.
Los marineros se emplearon a fondo para subir al joven que saltó de la patera. Después, amarraron la embarcación a la popa del pesquero a la espera de instrucciones. Acto seguido, dieron a los jóvenes un saco con pan, queso y agua. A las 7.00 horas, los marineros volvieron a ofrecer comida a los inmigrantes y éstos se pusieron a gritar y volcaron la patera. «Estaban desesperados. Se pusieron a nadar para alcanzar nuestra embarcación…», relata Sestayo.
Fue entonces cuando se produjo la muerte del joven aplastado por otros inmigrantes que querían ser los primeros en llegar. Una vez que lo lograron, se presentaron más dificultades. «Cinco de ellos estaban muy mal. Habían tragado mucha agua y tenían los pulmones casi encharcados. Nos costó mucho trabajo reanimarles», precisa.
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