TODOS los que sentimos con frecuencia la sensación de no pertenecer en absoluto a este mundo debemos considerarnos extranjeros. No importa dónde estemos, ya que lo grave es que sólo seremos terrícolas durante una temporada. Ahora preocupa mucho el hecho estadístico de que los inmigrantes sean en nuestra controvertida patria el 10% de los habitantes.
Creo que fue Séneca, que era cordobés antes de que Córdoba fuera Córdoba y España fuera España, el que dijo que desde cualquier lugar del planeta hay la misma distancia hasta las estrellas. Aquí hay cada vez más gente de fuera, entre ellos El Tunecino y El Egipcio, que dicen que se pusieron de acuerdo para perpetrar el 11 – M, mientras los nativos crecemos en muy inferior proporción. No es cosa de preocuparse, a cierta edad. Es como cuando nos vaticinan que dentro de un par de siglos subirá la marea con eso del cambio climático y se nos inundará el garaje. Cuando llegue ese momento se habrá conseguido lo que Thailard de Chardin llamó «la antropogénesis final», o sea un cóctel entre todas las razas. El mestizaje, según sus cálculos, determinará una nueva modalidad de tipo humano, más bien verdoso, algo cabezón y más alto.

He contado alguna vez que a mi inolvidable Tono, al que le dio una temporada por veranear en Peñíscola, le preguntó un desconocido por la calle:

– ¿Usted es de aquí?

Tono, que comprendió que debía sonarle su cara, le dijo que no, que no era de allí, y el desconocido le dijo que él tampoco.

– Entonces somos paisanos – concluyó Tono.

Todos somos paisanos mientras dure nuestra residencia en la Tierra, y luego lo seremos mucho más.