Inmigración
Muchedumbre en Pardiñas
El Mundo, , 07-06-2007La comisaría ubicada en General Pardiñas soporta a diario largas colas de extranjeros que acuden a legalizar su situación en España. Hay gente que espera seis horas en la calle y se queda a las puertas de hacer los trámites Julián Aguirre llega al final de la fila con una sonrisa apretada. Es decir, es una sonrisa, pero no tanto. Ha preguntado si después de hacer el pago para su trámite en el banco puede entrar en la comisaría para que le den su certificación de registro de ciudadano comunitario. La única respuesta ha sido «a la fila», pronunciada por un policía que nunca mira a los ojos y que le dice lo mismo a todos.
La comisaría está ubicada en la avenida del General Pardiñas (Salamanca). Allí llegan todos los extranjeros que necesitan tramitar sus documentos de estancia en Madrid. Todos los días, la fila se prolonga hasta cerca de la sede de la UGT, es decir, dobla la esquina y los agentes tienen que hacer grupos para que la gente avance progresivamente.
Julián Aguirre es un ecuatoriano que vive desde hace seis años en París, pero como tiene varios negocios en España, necesita tener una tarjeta de residente en España, porque su documento de identidad francés tiene más números y cada vez que desea hacer algún trámite se encuentra con problemas por ello. El trámite para subsanar esta situación le ha costado ya dos días.
De pronto, al final de la fila se sitúa Patricia León, una dominicana que vive desde hace 14 años en España. También ha intentado decirle algo al policía, y obtuvo la misma respuesta que toda la gente que hace cola.
También aterriza por allí Pedro Cañizares, un peruano que desea viajar a su país, pero que no sabe si debe renovar su tarjeta de residente para no tener problemas a su regreso. Como no obtuvieron contestación a sus preguntas, no tiene más remedio que empezar a hablar con la gente que tiene a su alrededor, el ecuatoriano – francés, la dominicana y luego una rumana, de nombre Ana, y una búlgara que tiene dificultad con el idioma.
A Julián le parece que el trato de los guardias es desconsiderado. El peruano le indica que eso, a veces, es una tónica, pero que si un guardia grita, hay que responderle de la misma manera. «Luego, como que se ponen a la misma altura, porque al vernos morenitos y pequeños creen que pueden tratarnos. Así a veces los peruanos pecamos de buenos», le dice. Julián hace como que tomara apuntes en su mente.
A la hora del almuerzo, se cierran varias ventanillas de atención que están ubicadas dentro de la comisaría. Entonces, el avance de la fila es lento. Demasiado. La gente tiene que esperar mucho. El peruano se rinde y decide marcharse. Se queda el resto, que trata de hablar de sus países, pero todo es monótono y el silencio gana.
El problema es la incertidumbre que se vive mientras se hace fila, porque muchas personas se topan con la idea de que están en el lugar equivocado. Eso se produce por la poca información que existe en las afueras de la comisaría. Todos están cansados, y al entrar a la comisaría han pasado casi seis horas. Solo queda una promesa de que sus papeles llegarán por correo.
MUY POCA INFORMACION
Fue imposible pasar a las oficinas de la comisaría de General Pardiñas para conseguir una respuesta oficial. Sin embargo, es evidente la falta de información que existe en esta dependencia y la poca colaboración de los policías, que se limitan a organizar la fila y argumentan que no son parte de una oficina de atención al público.
Eswin Quiñónez, oriundo de Guatemala, explicó que para conseguir una tarjeta de estudiante tuvo que hacer una fila de hasta ocho horas.
Por su parte, una centroamericana, que prefiere mantener en reserva su identidad, aseguró que pudo hacer el trámite en cinco minutos, pues le indicó a uno de los policías que había realizado el pago de la tasa correspondiente en el banco, y que nadie le revisó nada, y así evitó perder todo el día en un simple trámite.
Hay muchos trámites que podrían efectuarse en una delegación en Aluche (Sur), pero mucha gente prefiere hacer la cola todo el día y no aventurarse a un viaje al otro extremo de la ciudad.
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