GENERAL

Engordar un atún, salvar a un hombre

El Correo, SANTIAGO GONZÁLEZ, 31-05-2007

Cuando el remolcador ‘Montfalcó’ se encontró entre la costa de Libia y Malta con una barca en la que se amontonaban 26 inmigrantes procedentes de Costa de Marfil en busca de un mejor destino, los tripulantes recelaron de que fuesen piratas, aunque desecharon pronto esa primera impresión: «bastó ver cómo iban vestidos y cómo estaba la embarcación para comprender que eran gente de bien». Efectivamente, comprobaron que iban «como sardinas en lata», 26 personas en una patera de apenas cinco metros. Los piratas suelen viajar más holgados, aunque sólo sea por razones operativas.

Pasaron horas desde el avistamiento hasta que la tripulación del ‘Montfalcó’, vencidas sus iniciales desconfianzas, aceptó a los subsaharianos a bordo, si bien desde el primer momento les hicieron llegar comida y agua para aliviar sus necesidades. El momento del rescate fue providencial, porque unos minutos después la barca se partió en dos.

Malta rechazó acoger a los inmigrantes y el Gobierno español envió un buque de Salvamento Marítimo, el ‘Clara Campoamor’, para hacerse cargo de los náufragos y llevarlos a Cataluña, adonde se espera que lleguen hoy. Bien hecho. El ministro Caldera ha declarado que en supuestos como el que nos ocupa, deberían ser los países en cuya proximidad se rescata a los náufragos los que se hagan cargo de ellos y tiene razón, aunque es más discutible el corolario de autosatisfacción con que ha rematado la faena: «Nuestros pesqueros, cuando recogen a personas que están a punto de ahogarse, están haciendo una tarea humanitaria y quiero felicitar a estos trabajadores del mar por su espíritu solidario. Creo que están a la altura de lo que quiere la sociedad española».

El humanitarismo no es una característica racial de los españoles. Es, seguramente, un noble impulso que alienta en todas las sociedades civilizadas. La cuestión es que la articulación política de esas sociedades, sus estados, lleguen a acuerdos razonables. Mientras, hay una sor – prendente parábola que ilustra la dualidad Norte – Sur en el hecho de que un barco dedicado a engordar atunes pueda salvar la vida a seres humanos famélicos.

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