JOSEP PLAYÀ MASET
Salt ha sido pionera en algunas experiencias de integración como la escuela de adultos o la implantación de educadores sociales en la calle. Cuando se aprobó la ley de Barrios del tripartito, se incluyó el proyecto Salt 70 con el objetivo de mejorar la zona centro, con una alta densidad de población y una parte urbana más deteriorada. Se dijo incluso que el presidente Pasqual Maragall había convertido Salt, con alcalde convergente, en el otro banco de pruebas de la integración de los inmigrantes, después del Raval. De hecho, recién nombrado presidente hizo una de sus primeras visitas a las escuelas de Salt. En el CEIP La Farga, el 80,6% de los alumnos son inmigrantes y otros centros educativos tienen también mayoría de extranjeros: en el Pla son el 64,2%; Mas Masó, el 71,1%, y SES, 61,8%.

Lo que destaca en Salt es la juventud. Los marroquíes y los gambianos que llegaron en los 90 se han casado y han tenido hijos o los han traído de su país. Y esa nueva realidad obliga a actuar en un sector muy sensible que no depende tanto de la economía, ahora con viento a favor. Las aulas de acogida están funcionando bien, pero las dudas surgen cuando acaba la escolarización obligatoria. El reto es que los hijos de los inmigrantes no sean inmigrantes de segunda generación sino jóvenes de Salt, como lo son los hijos de los andaluces que llegaron en los 60.