el duelo, por países
El año pasado los tanatorios repatriaron a 35 extranjeros fallecidos en la Comunidad foral. El duelo es entendido de forma diferente por cada cultura.
Diario de Navarra, , 27-05-2007SI algún allegado hubiera aparecido con jersey de color azul, por ejemplo, en el velatorio de Abraham Sunquilpo Gárate , se habría considerado una falta de respeto.
Sin embargo, en el tanatorio del Hospital de Navarra, sus allegados bebieron el café y licor que trajeron los visitantes, y comieron bizcocho y pastas a pie de féretro, como es tradición en Perú.
A las cinco de la mañana, se saboreó caldo de pollo, durante cada uno de los siete días que se veló el cadáver del joven peruano vecino de Pamplona fallecido a los 29 años por un corte de digestión en el Arga.
Tampoco faltaron los chistes que contaron decenas de compatriotas que se acercaron para animar a los familiares. «En el velorio (velatorio para los latinos) un rato se ríe, hasta se cuentan chistes colorados (picantes); y otro, se llora, hay de todo», explica la hermana de Abraham, Dalia Sunquilpo Gárate, de 34 años.
En lo que coinciden las familias de fallecidos extranjeros, la mayoría inmigrantes llegados a Navarra los últimos cinco años, es en la necesidad de repatriar el cadáver «para que regrese a la tierra de donde salió», explica Eulalia Sunquilpo Gárate, residente peruana de 29 años, vecina de Pamplona. «Sus padres querían tener a su hijo, aunque no llegase en el mismo estado que cuando salió de Callao, dos años atrás», explica Dalia. Además, «nosotros tenemos costumbre, casi cada semana, de poner flores en la tumba, y en Callao (localidad natal de Abraham, a ocho kilómetros de Lima) pueden hacerlo», argumenta.
Las economías emigrantes tienden a ser modestas, pero ante un acontecimiento así, no reparan en gastos. Dalia Sunquilpo asegura que los trámites de repatriación a más de 10.000 kilómetros superaron los 24.000 euros: «Cobran en la aduana, acá y allá, además del porte», señala. A los que habría que agregar el coste del billete a Perú de dos hermanas, un primo, la esposa y la sobrina del fallecido, residentes entonces en Navarra. «Suerte que Abraham tenía seguro de deceso», indica Dalia.
Por su parte, Javier Azcona, director de servicios del Tanatorio Irache, precisa que el coste del transporte del cadáver al otro lado del Atlántico es de unos 1.200 euros, a los que hay que sumar una caja hermética de zinc y el embalsamamiento, «imprescindible para que aguante en buen estado la semana o quince días de trámites con el consulado y las autoridades sanitarias», dice. «Otra opción es incinerar, de modo que el viaje es más sencillo y menos costoso. La urna puede ir como equipaje de mano».
En Perú, en ausencia de su hijo, Demetrio y Justina, velaron las ropas del fallecido, rodeadas de velas, sobre una mesa del salón de su casa de Callao durante una semana.
Una vez llegó el cuerpo, hubo «dos días más de velorio», en casa de la familia. «Hacía muchísimo calor y tuvimos que enterrarlo el segundo día, porque le embalsamaron con anticongelante en las venas, pero se iba deteriorando», expone su hermana.
Antes, los vecinos dieron un último paseo al cuerpo de Abraham por las calles que recorrió durante sus primeros 25 años.
Uno de los momentos más emocionantes fue cuando sonó en un radio casete Llorarás, de Óscar de León, una de las canciones de salsa favoritas para el difunto, y con la que «bailaron» al féretro las amigas. Finalmente, fue enterrado con su ropa y pertenencias preferidas.
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