Herida de bala en la cabeza la dueña de un local esotérico

La Vanguardia, XAVIER MAS DE XAXÀS / ENRIQUE FIGUEREDO - BARCELONA, 10-05-2007

La víctima, una brasileña de 35 años, acababa de abrir su cafetería de la calle Sepúlveda. Casi se descarta el móvil del robo
Un desconocido disparó a bocajarro en la cabeza de la dueña de un céntrico bar de Barcelona ayer por la mañana por motivos desconocidos. La víctima está ingresada en estado crítico en el hospital Clínic, donde los médicos han desistido de operarla debido a la extrema gravedad de las lesiones cerebrales. Aunque todas las hipótesis policiales se mantenían ayer a última hora abiertas, fuentes conocedoras del caso casi descartaban por completo el móvil del robo. No faltaba absolutamente nada del interior del establecimiento donde la víctima recibió el balazo.

Nadie vio el suceso, que ocurrió poco antes de las diez de la mañana en la Cafetería Esotérica Brasil, situada en el número 159 de la calle Sepúlveda. La víctima yacía en el suelo, detrás de la barra, cuando entró su socia y la descubrió.

La socia salió a la calle pidiendo auxilio y gritando “la Yoldi, la Yoldi”. En su ayuda acudieron varios vecinos. La dueña de una tintorería y el propietario de una copistería fueron de los primeros en entrar en el local. Recuerdan que había mucha sangre, algo que confirmó la inspección técnico policial efectuada por los investigadores de los Mossos d´Esquadra.

Los testigos, al principio, pensaron que Yoldi se había dado un golpe en la cabeza con el mostrador. En el suelo, sin embargo, vieron, aseguran, el proyectil y el casquillo del único disparo que, aparentemente, se efectuó. Llamaron al 061 y la ambulancia tardó unos diez minutos en llegar. Luego, lo hicieron los Mossos d´Esquadra, que acordonaron la acera.

Yoldi, apodo de María José, había perdido mucha sangre. Los médicos del servicio de urgencia tardaron en reanimarla y equilibrar sus constantes. La llevaron al Clínic, donde ingresó en estado crítico. Los cirujanos intentaron operarla, pero concluyeron que no valía la pena. Las lesiones cerebrales eran tan graves que no podían paliarse.

Yoldi es brasileña. Tiene 35 años. Está casada y es madre de un niño de tres años. Hace casi dos años que regenta el Brasil. Los investigadores de homicidios buceaban ayer en su biografía para encontrar respuestas. Dado prácticamente por descartado el móvil del robo, han de ser las circunstancias vitales de la víctima o de su entorno las que aporten la información clave. Eso y si las cámaras de videovigilancia de las entidades bancarias cercanas – en una de ellas Yoldi había entrado poco antes del disparo- captaron imágenes del sospechoso.

El recuerdo cariñoso que ayer le profesaban los vecinos acentúa el interrogante sobre quién pudo querer hacer daño a la víctima de no ser que fuera para castigar a un tercero cercano a ella.

Una improvisada tertulia en la Carnicería Neus a última hora de la mañana reunió testimonios unánimes sobre la bondad de Yoldi. “Siempre estaba dispuesta a echarte una mano”, aseguró una vecina que la conocía bien. “Era encantadora, nunca la vi con mala cara”, afirmó la señora Carme detrás del mostrador. “El bar lo abría por la mañana y lo cerraba a las ocho de la tarde”, añadió. “Nunca hubo un problema, todo lo contrario de lo que ocurre en el bar de la esquina, donde hay broncas y peleas constantes. El otro día, los camareros patearon a un muchacho y lo dejaron tendido en la calle”.

“Era muy guapa, fina y delgada, con una bella sonrisa”, explicó una vecina ecuatoriana que hablaba con ella a diario y que, al enterarse de la desgracia en la carnicería, estuvo un rato haciéndose preguntas que no requerían respuesta: “No me lo explico, quién puede cometer un crimen así, quién puede disparar a una mujer indefensa, sobre todo a ella, que era buena, buenísima”.

A la carnicería iba cada día, a primera hora. Ayer se llevó huesos para el caldo y un chorizo picante. Los miércoles solía preparar comida brasileña y éstos eran parte de los ingredientes de un guiso. También compró en la frutería como era su costumbre y se detuvo en la oficina de una caja de ahorros.

Yoldi, además de cocinar, echaba las cartas. Leía el tarot y, un par de vecinas que la habían consultado alguna que otra vez, recordaban ayer que lo hacía bastante bien: “No me decía lo que iba a pasar, pero sí me indicaba dónde estaban las cosas buenas y las malas. Sus consejos me ayudaban mucho”. El Brasil, además de cafetería y espacio esotérico, también es tienda de ropa.

La acera montaña de la calle Sepúlveda, entre Casanova y Villarroel, permaneció acordonada. Los forenses estuvieron trabajando varias horas en el interior del Brasil, con la persiana bajada tres cuartos.

Afuera se congregaba la prensa, con sus unidades móviles de radio y televisión, los vecinos y los transeúntes, que preguntaban por unos hechos que nadie conocía bien. Unos decían que Yoldi había fallecido, otros que no. “Vida perra”, sentenció un anciano con bastón, situado frente al portal del 189.

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