El fiscal pide prisión para una mujer por cortar el pelo a otra en un castigo gitano

El fiscal pide cuatro años de cárcel para la acusada porque quiso humillar a la víctima, a quien atribuía una relación con su novio

La Vanguardia, , 04-05-2007

SANTIAGO TARÍN – BARCELONA

La víctima dijo que no era gitana y que no tenía que atenerse a esas leyes, y que la habían amenazado a ella y a su familia
Las costumbres de un pueblo no son siempre compatibles con las leyes del país en que residen. Eso, en el fondo, se discutía en la sección tercera de la Audiencia de Barcelona, donde se juzgó a Magdalena por aplicar un castigo gitano a Beatriz, a la que acusaba de mantener una relación con su pareja y que, por ello, le rapó el pelo. Por su parte, la víctima declaró que se sintió humillada, que no era cierta la acusación pero que de cualquier manera ella no era gitana y no tenía por qué someterse a estos usos.

De todas formas, el corte le puede salir caro a Magdalena, porque el fiscal pidió para ella cuatro años y tres meses de prisión por delito contra la integridad moral y por detención ilegal, amén de multas por faltas de lesiones y daños. La letrada defensora reconoció que la situación había sido “desafortunada y desagradable”, pero que no merecía la prisión, sino que la definió como faltas de daños, lesiones y vejaciones, punibles con multas.

Las coincidencias entre el relato de la víctima y de la acusada tiene pocos puntos en común: que el 24 de noviembre del 2005 Beatriz acudió a casa de Magdalena, en la Zona Franca de Barcelona, para celebrar el cumpleaños de ésta y entró con melena y salió rapada y con el teléfono móvil destrozado. El motivo: que Magdalena creía que Beatriz tenía una relación con su pareja.

Pero el desarrollo de los acontecimientos presenta numerosas diferencias. En síntesis, Magdalena declaró ante el tribunal que “ella había tenido algo con él” y que anteriormente “no habían tenido ningún problema”. El caso es que ese día, en la fiesta de su cumpleaños, le preguntó y Beatriz lo negó. De manera que le pidió el móvil y comprobó que ella había llamado a su novio. “Me puse nerviosa y le corté el pelo”. ¿Era un castigo gitano?, preguntó el fiscal. “Bueno, de alguna manera. No lo hice a la fuerza. Ella sabe de las costumbres nuestras. A quien se mete por gusto y destroza una relación, se le corta el pelo”.

En su escrito de calificaciones el ministerio público relata el corte como “traumático y desordenado, sin atender a criterio estético alguno”. Ayer, ante los magistrados, reconoció: “Hombre, no se lo corté bien”, además de “le pegué un tortazo” y de que le rompió el móvil. Magdalena añadió que Beatriz se dejó cercenar la melena y que podía irse cuando quisiera.

Pero Beatriz vivió los hechos de manera muy distinta. De entrada, aseguró que jamás llamó al novio, sino que en alguna ocasión él la había llamado a ella, pero que no había nada entre los dos. En cualquier caso, al llegar Beatriz a la fiesta, Magdalena le pidió el móvil, y como no encontró nada la acusó. “Me dio bofetadas, me intenté resistir y me golpeó la cabeza contra la pared”. Luego le cortó el pelo mientras la amenazaba diciendo que no le costaría clavarle las tijeras. “Me sentí humillada”. Beatriz agregó que después vinieron las amenazas, a ella y a su familia, que tuvieron que dejar el barrio durante unos días.

En la fiesta, convertida en improvisada peluquería, había cinco o seis mujeres más (y un hombre según la denunciante) que permanecían en un sofá y no intervinieron en los hechos. Cuatro de ellas declararon ayer en la vista, y todas coincidieron en señalar que se trataba de una costumbre, que no hubo violencia y que para ellas era algo normal. También fueron citados dos forenses, uno de los cuales incluyó en su informe la existencia del rapado, pues vio que la víctima le daba importancia.

En su informe final, el fiscal insistió en que el rapado no fue algo voluntario, pues “quien quiere cortarse el pelo va a la peluquería” y que la intención fue humillar a Beatriz; mientras que la defensa hizo hincapié en que “no se pueden desorbitar los hechos, que no tuvieron tanta importancia. (…) Magdalena, en un ataque de ira producido por los celos, le cortó el pelo de forma desigual”.

Magdalena se dirigió al tribunal pidiendo a los jueces que pensaran bien lo que iban a hacer, si debía ser condenada. Su letrada persistió en que la víctima “conocía la ley gitana”. Sin embargo, Beatriz, en su testimonio, definió su situación: “No es sólo el pelo. Yo no soy gitana. No tengo ni que conocer ni que aceptar esas leyes”.

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