Unos pantalones de 67 millones

Un juez de estadounidense pide 67 millones de dólares a una tintorería por perder unos pantalones

La pesadilla iniciada por un juez contra la familia Chung les lleva a querer dejar su tintorería de Washington para regresar a Seúl

La Vanguardia, Eusebio Val, 04-05-2007

Estados Unidos es el líder planetario en pleitos civiles y su capital posee la más alta densidad mundial de abogados. Ello no garantiza una justicia sana y razonable, sino todo lo contrario. Casos como el que afecta a la familia Chung, propietaria de una tintorería en Washington, son de una desproporción demencial, de un absurdo kafkiano.

Sobre estos desdichados inmigrantes coreanos pende una demanda de daños y perjuicios por valor de 67 millones de dólares (51 millones de euros). El motivo: haber perdido los pantalones de un cliente.

La increíble historia empezó hace dos años, cuando el jurista afroamericano Roy L. Pearson, en vísperas de su primera jornada de trabajo como juez administrativo, decidió llevar sus pantalones favoritos a la tintorería de los Chung para que los ensancharan por la cintura. Cuando fue a recoger la prenda, ésta no apareció. Y ahí comenzó una pesadilla de terror para los tintoreros, un suplicio que les está costando una fortuna en abogados y noches de insomnio, hasta el punto de querer regresar a Seúl.

Al principio Pearson pidió 1.150 dólares por los pantalones y la chaqueta a juego, aunque ésta no se extravió. Luego le pareció poco y puso en marcha un despiadado proceso legal. Los Chung le ofrecieron compensarle con 3.000 dólares. Más tarde subieron la oferta a 4.600 y finalmente a 12.000. Pearson siempre dijo no.

El insaciable juez estudió las leyes vigentes y descubrió que el cartel con la frase “Satisfacción garantizada” que colgaba en la tintorería podía proporcionarle una fortuna. Según las leyes de la capital, interpretadas en su extremo, un cliente que se siente insatisfecho puede reclamar hasta 1.500 dólares al día. Pearson no dudó en aplicar esa cantidad a todos los días en que no ha podido disfrutar de sus pantalones, multiplicándolo por tres: las demandas son para Chung padre, la esposa y el hijo. El juez alegó que no disponer de los pantalones – de tono gris y con rayas rojas y azules – el día en que inició su trabajo le causó “sufrimiento mental, molestias e incomodo”. Por esos daños les exige otro medio millón de dólares, así como otro medio millón más de gastos legales. Dado que no posee automóvil, Pearson añadió una indemnización de lo más extravagante: el coste de alquilar un coche todos los fines de semana durante diez años para llevar su ropa a una tintorería más lejana que la de los Chung. El colmo de la situación es que los Chung aseguran haber hallado los dichosos pantalones días después de su extravío, pero Pearson no los reconoció como suyos.

El escándalo es tal que The Washington Post le dedicó ayer un editorial. Según el rotativo, la actitud de Pearson “plantea serias cuestiones sobre su juicio y temperamento”. El Post pidió que se revise su idoneidad como juez, pues el personaje tiene también un historial de promover litigación excesiva en casos de divorcio.

La abusiva demanda contra los Chung ha reavivado el debate sobre la exagerada cultura del pleito en EE. UU., sobre unas prácticas que están quebrando la confianza entre las personas y envenenando la convivencia diaria. Son muchos quienes quieren acabar con esas demandas por daños y perjuicios que pueden convertirse en una verdadera extorsión sancionada por la ley. El temor a ser demandado hace que algunas escuelas no dejen correr a los niños, por miedo a que caigan y se hagan daño, y obliga a evitar el contacto físico entre profesores y niños (un abrazo podría ser interpretado como abuso sexual) o entre clérigos y feligreses. La tensión es especialmente alta en el ámbito médico, debido a las demandas multimillonarias por errores de diagnóstico. Eso encarece el coste sanitario y de los seguros, con grave perjuicio para la mayoría de la población.

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