Las barreras nacionales contienen con dificultad la presión migratoria que representa el éxodo de millones de personas en busca de mejores oportunidades. Las ciudades de EE.UU. fueron ayer el escenario de movilizaciones reclamando la regularización de los inmigrantes que permanecen en aquel país indocumentados, cuya cifra se sitúa entre los 12 millones que admite la Oficina del Censo norteamericana y los 18 millones que estiman diversas organizaciones, tanto favorables como contrarias a la apertura de fronteras. El ‘efecto llamada’ no es un fenómeno genuinamente español, ni el problema de la inmigración irregular afecta sólo a Europa. De ahí que, sin hurtar el debate político, urja sacar el tema de la pugna partidaria y de la demagogia fácil para reconducirlo hacia el más amplio acuerdo tanto entre los españoles como en el seno de la UE.