EDITORIAL

Europa ante los cayucos

El Correo, 27-04-2007

El rescate por un pesquero español de casi un centenar de subsaharianos a la deriva en un cayuco con el que pretendían llegar a las costas canarias, sumado a la intervención del buque – hospital Esperanza del Mar, tuvo ayer el menos trágico de los desenlaces posibles al lograrse desembarcar al grupo de inmigrantes en Senegal, país del que habían partido. El drama de esos viajeros desesperados se reprodujo el miércoles con la llegada al litoral tinerfeño de otra embarcación con 68 ocupantes, dos de los cuales pagaron con su vida tan arriesgada travesía. Ambos sucesos, eslabones de la nueva oleada de cayucos que se registran desde comienzos de abril, constituyen un desalentador presagio de lo que puede avecinarse: una repetición de los masivos y sobrecogedores intentos para acceder a la próspera Europa por la puerta española, protagonizados por miles de ciudadanos indocumentados del África subsahariana. Aunque el Gobierno no aporta datos precisos, 10.000 de ellos llegaron a estar hacinados en Canarias al finalizar el verano de 2006 . Y es probable que los repatriados no hayan alcanzado el 10%.

Fue tal la dimensión de aquel tráfico ilegal de seres humanos que España consiguió, por primera vez, que la UE se sintiera concernida y ofreciera una respuesta común, aunque aún insuficiente. Fruto de ello fue un modesto despliegue de la agencia de fronteras Frontex junto a las aguas jurisdiccionales de Mauritania y Senegal. Hace ahora dos semanas, los efectivos aéreos y marítimos de Frontex se retiraron con el propósito de reanudarlos próximamente, pero sin fecha fija y sin que los socios europeos hayan concretado los recursos humanos y materiales que están dispuestos a aportar. En vísperas de que finalizara ese operativo, las autoridades españolas se congratularon de que en el primer trimestre de este año hubiera descendido en un 57% el número de indocumentados llegados a Canarias. Sin embargo, lo que viene ocurriendo desde entonces, coincidiendo con la estación en la que el mar empieza a calmarse, puede cambiar el signo de aquel cálculo comparativo.

Resulta tan imprescindible el control de las fronteras y el desplazamiento hacia el sur de las actuaciones para contener la llegada de cayucos, como el impulso a la atención humanitaria de aquéllos que cayeron en manos de las mafias huyendo del hambre o de la guerra. Pero la presión migratoria africana es de tal calibre y el sueño europeo se encuentra tan próximo que sólo una acción a la vez política, diplomática, económica y de cooperación al desarrollo sobre los países subsaharianos podrá contribuir a frenar la afluencia de indocumentados. Semejante reto no puede afrontarlo un único Estado, como España, sino que exige de la acción comprometida de una UE que ha de hacer valer su influencia en el vecino continente con visión comunitaria y no particular.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)