REPORTAJE

"Fue una avalancha. Se rompieron piernas, se amputaron dedos..."

El patrón del pesquero 'Segundo San Rafael' relata el dramático rescate de 91 inmigrantes en un cayuco frente a Nuadibú

El País, TOMÁS BÁRBULO, 26-04-2007

“En cuanto echamos la escalera para que subieran a bordo, se abalanzaron todos a la vez. Fue una avalancha. Se rompieron piernas, manos, se amputaron dedos… No atendían a razones”. José Luis es el patrón del Segundo San Rafael, el pesquero que el lunes rescató a 91 inmigrantes 50 millas al suroeste de Cabo Blanco. Con toda seguridad, les salvó la vida, pues el Gobierno de Mauritania se había negado a acudir en ayuda de los náufragos, cuyo cayuco se hundía por momentos. Aunque rehúye cualquier protagonismo – incluso se niega a facilitar su apellido – , José Luis acepta relatar el rescate a través del teléfono del barco porque “es necesario que se conozca lo ocurrido. La gente debe saber lo que pasa aquí”.

El Segundo San Rafael es un barco grande: 34 metros de eslora y 18 tripulantes. Tiene base en Vigo y se dedica al cefalópodo. Entre las cuatro y las cinco de la tarde del lunes se hallaba faenando frente a las costas mauritanas.

“Estábamos trabajando en lo nuestro, el arrastre, cuando el cayuco vino directo y nos abordó. Tres inmigrantes subieron a cubierta y nos pidieron socorro. Su barca tenía varias vías de agua, estaba sobrecargada y, en el fondo, había un cadáver. Nos explicaron que habían tenido que arrojar al mar los cuerpos de otros 11 compañeros que habían muerto durante la travesía. Pidieron que los acompañásemos a tierra. Y el puerto más próximo era Nuadibú”.

Al contrario de lo que se informó en las primeras horas, el pesquero no remolcó el cayuco, pues el motor de éste funcionaba perfectamente.

“Les dimos agua y víveres, adecuamos la velocidad del barco a la suya y, durante tres horas, avanzamos a su lado”, continúa José Luis. “Entonces los inmigrantes empezaron a hacernos señas desesperadas. Algo pasaba. Miramos y vimos que el agua inundaba ya la mitad de su barca”.

“Nos abarloamos [situamos en paralelo el pesquero], desplegamos la escalera de madera y les indicamos que subieran al barco de uno en uno. No podíamos hacer otra cosa. Les gritamos que el cayuco era de madera y que se mantendría a flote, por lo que había tiempo de sobra para recogerlos a todos. Pero en cuanto vieron la escalera se abalanzaron a la vez. Fue una avalancha. Se rompieron piernas, manos, se amputaron dedos… No atendían a razones”.

Debió ser una carnicería. Los partes del buque hospital del Instituto Social de la Marina Esperanza del Mar, que horas más tarde se haría cargo de los náufragos, especifican que siete de ellos tuvieron que ser hospitalizados por fracturas, amputaciones de los dedos de las manos, heridas necrosadas… Además de deshidratación, astenia e hipotermia. Otros siete fueron ingresados con cuadros de menor gravedad.

José Luis prosigue su relato: “Montamos un toldo en cubierta, para protegerlos, y les atendimos como pudimos. Ya habíamos llamado a Salvamento Marítimo y al Esperanza del Mar para decirles que navegábamos hacia Nuadibú, pero las cosas habían cambiado. Volvimos a llamar al barco para comunicarle que los náufragos se hallaban a bordo y que íbamos a su encuentro”.

El encuentro con el Esperanza del Mar se produjo hacia las cuatro de la madrugada, a unas 20 millas de Nuadibú. El buque hospital botó una lancha y envió en ella a un médico, un oficial y un ATS. “Fueron inspeccionando a los inmigrantes y trasladando a su barco a los que veían más graves. [Uno de ellos falleció durante el traslado, al parecer por hipotermia.] Hicieron varios viajes y, como todos estaban muy mal, se llevaron a la mayoría. Estuvimos así hasta las 20.15, hora canaria [una hora más en la España peninsular], cuando transbordaron al último inmigrante”.

José Luis insiste en que el Segundo San Rafael sólo hizo lo que debía: “Somos un pesquero español que se ha encontrado con este asunto y lo ha solucionado como mejor ha podido. No niego que estuvimos preocupados por lo que nos pudiera pasar. Nos acordábamos del pesquero aquel de Malta, ¿cómo se llamaba? Eso, Francisco y Catalina. También recogió a unos náufragos y luego nadie quería hacerse cargo de ellos [transcurrieron ocho días hasta que les permitieron desembarcarlos]. Pero la verdad es que, al final, hemos salido muy bien. Ahora, a trabajar”.

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