Gitanos

La Vanguardia, FRANCESC-MARC ÁLVARO, 04-04-2007

Hay herencias que son nuestras y no lo sabemos. O no queremos saberlo. El próximo domingo 8 se celebra el día internacional del Pueblo Gitano en Catalunya y es un buen momento para recordar a ese otro por antonomasia que desde hace siglos forma parte de nuestro paisaje. Es un otro que me define como payo. Nosotros, los payos, no recordamos casi nunca que lo somos, porque integramos la mayoría. Pero es la voz de la minoría, a menudo ignorada, la que regala percepciones nuevas y nos permite descubrir esa parte de realidad oculta que constituye la invisibilidad cotidiana. Es fácil hacer este ejercicio de alteridad si tenemos en cuenta que, de una forma u otra, todos formamos parte de algún colectivo minoritario en algún momento de nuestra vida y en determinados contextos.

Uno. En mi ciudad, como en tantas otras, todavía hay una calle conocida popularmente como el carrer dels gitanos.Muy cerca de la iglesia de la Geltrú ese espacio constituía, a primeros de los años setenta, la isla de una diferencia que no era exótica, al contrario. Los gitanos no son exóticos porque son cercanos. Desconocidos para nosotros, pero muy próximos. En aquellos tiempos nadie hablaba de la diferencia ni de la multiculturalidad.El mundo del gitano era un universo paralelo que, para los payos, se resumía en algunos tópicos instrumentales.

Dos. El gitano Antonio, vestido de riguroso negro, nos acompañó a la tienda cuando conseguí que mi padre me regalara una guitarra. Aquel día, entendí lo que era la autoridad de veras, porque Antonio probó varios instrumentos hasta que dio con el que le pareció mejor. Mi padre aceptó el veredicto de su amigo sin rechistar porque “de guitarras, Antonio sabe”. Aquella jornada escuché chistes de gitanos de boca de nuestro asesor, con palabras en caló trufando un catalán recio.

Tres. Durante algún tiempo, fui vecino de Àngel, un amable gitano con raíces leridanas dedicado al comercio de ropa, como tantos de su etnia. Àngel, lejos del nomadismo que ha marcado a su gente, representa a la perfección ese sutil equilibrio entre una integración en las normas comunes de la ciudadanía y la defensa de una cultura propia que ha sobrevivido a la persecución. Veo a este gitano como un puente entre los payos y su mundo, alguien que esquiva malentendidos y trata de hacer encajar valores de unos y otros.

Los gitanos fueron globalizados y globalizadores antes que nadie. En esto nos llevan mucha ventaja, de ida y vuelta. Es un acto de justicia recordarlo.

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