Las murallas de la globalización

La Vanguardia, CLARÍN - Buenos Aires, 27/III/2007, 28-03-2007

El anuncio de la construcción de una muralla en la frontera entre Brasil y Paraguay en la zona de Ciudad del Este se suma a otros paredones que se levantan en distintas partes del mundo pretendiendo separar y mantener fuera conflictos o problemas que aquejan a las sociedades vecinas. En el caso de Ciudad del Este, el gobierno brasileño explica que el muro tiene como propósito frenar el intenso contrabando que ingresa por las fronteras con Paraguay. El corredor de acero y concreto tendrá alambrados de púas en su parte superior, se ubicará de manera perpendicular al río Paraná y tendrá 1,5 kilómetro de extensión y 3 metros de altura. De manera que lo que no logran los acuerdos comerciales y los controles aduaneros se pretende contener a través de drásticas separaciones materiales, las que en este caso se trazarán a ambos lados del Puente de la Amistad sobre la orilla brasileña.

No es una idea original, por cierto. Una muralla pretende marcar las fronteras entre EE. UU. y México, dos países integrados en un mismo bloque económico, para evitar el paso de inmigrantes ilegales de Sur a Norte en busca de trabajo. Por distintas razones, una muralla separa a Israel de los territorios palestinos intentando de este modo encontrar una respuesta al terrorismo. China construye también su propia muralla en las fronteras con Corea del Norte para evitar las migraciones masivas de refugiados norcoreanos. Un mundo que ha visto caer murallas geopolíticas, barreras ideológicas y conflictos limítrofes asiste ahora a la misma respuesta para enfrentar las brechas sociales y económicas y las amenazas, sin resolver sus verdaderas causas y profundizando así los contrastes entre zonas de prosperidad y sus periferias.

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