NANCY GÓMEZ PRESIDENTA DE LA ASOCIACIÓN DE MUJERES HISPANO-AMERICANAS

«Deberían impartir cursos de relaciones humanas a todos nuestros jefes»

«A mí no me ha ocurrido, pero sí hay mujeres inmigrantes que se quejan de haber sufrido acoso laboral y sexual» «Estos actos no se denuncian por la precariedad de nuestros derechos. Las leyes no nos favorecen como trabajadoras»

La Verdad, T. M. M./LORCA, 25-03-2007

Lleva siete años en España. Se vino huyendo de la situación económica de su país, dejando atrás su profesión de abogada y a su hija para que pudiera terminar el bachillerato. Esperanzada de poder regresar algún día a su país de origen, aquí comparte sus labores en un almacén agrícola con la asociación de mujeres hispano – americanas que preside y desde la que afronta, junto a sus compañeras, los problemas por los que atraviesan las mujeres inmigrantes.

– ¿Qué objetivos persigue la asociación de mujeres hispano – americanas?

– Esta asociación se incluye dentro del colectivo Intiraymi que abarca a todos los inmigrantes, sean latinoamericanos, magrebíes o de cualquier otra nacionalidad que quieran unir, en una sola voluntad, nuestras demandas y nuestras necesidades. En realidad no es más que darnos una mano unos a otros.

– ¿Cuántas mujeres forman parte del colectivo?

– Somos muchas mujeres de Ecuador, Bolivia, de Chile y de Marruecos. Como todas estamos trabajando con condiciones muy restringidas creímos interesante juntarnos en una asociación. El problema es que hay días que entramos a las ocho de la mañana y salimos a las once y media de la noche y no nos da tiempo a reunirnos.

– Muchos inmigrantes hombres están abandonado el trabajo agrario para pasarse a la construcción. En el caso de las mujeres, ¿este cambio de sectores donde desempeñar un empleo es fácil?

– Es sumamente difícil. Muchas de nosotras venimos con una formación universitaria y nos toca trabajar en lo que buenamente la suerte nos depara. Pero sí, hay mujeres que consiguen dejar de trabajar en el campo para pasar a ser dependientas en una heladería, cajera en un aparcamiento, ayudante de hostelería… Pero el campo suele ser la puerta de entrada. Nos cuesta mucho salir del mundo agrario, especialmente en esta Región. Nos toca hacer la mayoría de los trabajos que la gente ya no quiere.

– En una mesa redonda celebrada recientemente con representantes de diferentes colectivos se puso sobre la mesa que aún se siguen produciendo casos de acoso a las mujeres que trabajan en el ámbito agrario. ¿Es cierto?

– Se siguen dando porque la situación tiende a ser muy precaria. Por eso pediría a las autoridades que nos ayuden a coordinar unos cursos de relaciones humanas para los encargados y empresarios, para que nos den un trato más humano. Sentimos, palpamos y vivimos como cualquier otro ser humano.

– ¿Cuáles son los principales problemas con los que os encontráis las mujeres inmigrantes?

– Uno de los problemas que hemos constatado es que hay mucha presión para que hagamos con más rapidez de lo que podemos. Eso es acoso laboral. También se han dado casos de acoso sexual, de maltrato verbal a los trabajadores, y los problemas más álgidos es que cuando la mujer llega a tener 50 años ya nos nos dan trabajo ni en labores domésticas. Es entonces cuando la situación se vuelve más difícil porque todavía en nuestro país la situación es muy complicada, la economía no ha mejorado. Regresar a Ecuador no es rentable porque no hay modo de subsistencia. Quedarse aquí, sin trabajo, es una penuria.

– ¿Se denuncian estos actos?

– No por la precariedad de nuestros derechos. Las leyes no nos favorecen como trabajadoras. En el caso del acoso sexual, es cierto que se pueden hacer propuestas pero no obligan.

– ¿Hay muchas mujeres que se encuentran en la misma situación que usted que han tenido que dejar en sus países de origen a sus hijos?

– Sí, existimos muchas mujeres en estas condiciones. Para que mi hija pudiera estudiar y sacar el bachiller tuve que separarme de ella. Ya lo ha acabado, gracias a Dios. Mi hija tiene ahora veinte años.

– ¿A qué se dedicaba usted en la época en que residía en Ecuador?

– Yo soy abogada. Esperemos que en el tiempo que viene pueda colaborar con la ONG en algún trabajo que esté relacionado con mi formación profesional. Dedicarme a la abogacía en Lorca es imposible, pero sí que les he tramitado algunos papeles a compañeritos y les he asesorado en problemas que han tenido. Esto me ha aportado mucha satisfacción a nivel personal. A través de las asociaciones están tratando de ayudarme para que en alguna provincia pueda ejercer dando asesoría a mis compañeros inmigrantes.

– ¿Ha visto alguna evolución en la situación de las mujeres inmigrantes desde que llegó a esta parte de España?

– Con pena le digo que no he visto una evolución en el plano del derecho a la mujer inmigrante. Por eso pediría a las autoridades pertinentes que nos ayuden porque nosotros somos un eje motor en la economía lorquina, sea en el sector agrario, en la industria, incluso en lo comercial. Creemos más puentes de empleo para los españoles para que ellos nos reempleen, porque consumimos y generamos necesidad de apertura de nuevos establecimientos.

– Y, respecto a la integración con la ciudadanía lorquina…

– En los últimos días he tenido mucha gratitud en compartir momentos muy agradables con gente de aquí de Lorca, y personalmente me place mucho. Yo creo que sí existe esa integración, aunque a veces se den problemas puntuales de convivencia.

– ¿Qué circunstancias le impulsaron a abandonar Ecuador y venirse a España?.

– Yo estaba ejerciendo mi profesión como abogada. De pronto vino la deflacción y toda la estampida y, los que éramos clase media, pasamos a ser clase baja, y la clase baja pasó a ser directamente pobre. El desastre económico se siente en todos los niveles. Yo trabajaba en el ámbito penal. A mí, las labores sociales me han gustado siempre. No tenía medios económicos para subsistir porque gasté mucho en pagar los costes jurídicos de gente que tenía menos que yo. Me vine a España por el idioma. No conocía a nadie aquí.

– ¿Cuánto tiempo hace que no va a Ecuador a ver su hija?

– Bueno, estuve hace unos meses allí y voy a ver si finalmente la traigo. En su momento me pareció que lo más importante es que ella terminara su bachiller y ya lo ha conseguido.

– Aparte de traerse a su hija, ¿sueña con otra cosa?

– El sueño más grande de mi vida sería poder ejercer mi profesión porque he estudiado con mucha vocación. De hecho, volví a Ecuador el año pasado tratando de quedarme y empezar a trabajar como abogada, pero la situación sigue siendo penosa.

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