El viaje a ninguna parte

El Mundo, PEDRO SIMON, 25-03-2007

Denuncian por abandono de menores a la CAM, que mandó en autobús a un tutelado a Barcelona para ir con un primo desconocido MADRID. – No sabía adónde iba, cuenta que el pasado 1 de marzo amaneció en el centro de primera acogida de Hortaleza, le pusieron un pasaje entre los dientes y le apremiaron contra su voluntad a recoger de inmediato sus pertenencias.


Ya en la estación de autobuses, la educadora se acercó a ventanilla y pidió un billete para su tutelado. «Te vas con tu primo a Barcelona». Y así arrancó el bus. Y así apareció Mustafá – marroquí de nombre inventado, menor de edad y dependiente de la Comunidad de Madrid – en la orilla extraña de la Ciudad Condal. Como esos perros que los malos dueños dejan olvidados en la carretera.


La Coordinadora de Barrios, un grupo que trabaja con desamparados, ha llevado el tema a los tribunales y ha denunciado al Gobierno madrileño por «abandono de menores».


Firma el escrito de denuncia un cura, Enrique de Castro, educador del colectivo y vicario parroquial de la iglesia San Carlos Borromeo, sita en el madrileño barrio de Entrevías. «Los responsables del menor se han despreocupado absolutamente de su situación personal», cuenta De Castro, siempre bien abajo del altar. «Esto es lo último: mandar a un chaval a Barcelona, desentendiéndose de él, en contra de su voluntad, sin verificar si tiene familia de verdad y sin ponerse en contacto con la Comisión de Tutela de Barcelona».


Al cura de barrio que es Enrique de Castro, se le presentó providencial un día Mustafá. No vamos a decir que como una revelación, que no anda el horno para milagros. Sino como una denuncia y una espoleta.


Estaba el religioso dando clase en la llamada escuela de marginación que se imparte en la parroquia. Irrumpió Yousef, un amigo del sacerdote, con el joven marroquí y con Said, otro niño más pequeño, recién arrancados los dos de la calle. Contó lo que les pasaba a estos chicos, lo de que no tenían casa, lo de que se los acababa de encontrar. «Así que dije: ‘Venga, hoy toca clase práctica’»…


Aquella lección terminó con una ex alumna con la mano levantada y ofreciendo casa para los dos. Allí pasaron unos días Mustafá y Said, hasta que el asunto se puso en manos de los servicios de protección de menores de la Comunidad. El 28 de febrero fueron separados. Mustafá fue al centro de acogida de Hortaleza; Said a la residencia Isabel Clara Eugenia.


El 1 de marzo, el primero llamó por teléfono a la Coordinadora de Barrios «absolutamente angustiado y desconcertado». Contó que una educadora le había llevado a la estación de autobuses y le había comprado un billete. De ida. Estaba en Barcelona. Con un amigo de un primo – al cual no había visto nunca – por todo referente familiar.


«Según nos relató el menor», consta en la denuncia del cura De Castro, «en el centro de primera acogida le manifestaron que si no tenía ningún familiar en España iba a ser repatriado y le solicitaron los datos de su familia en Marruecos. Mustafá les proporcionó el número de su padre en Marruecos, quien manifestó a los educadores que únicamente cuentan con un primo en Barcelona al que Mustafá no ha visto nunca».


No hubo «verificación» sobre la existencia del primo ni sobre su «situación personal», sostienen en la Coordinadora. «No se le proporcionaron alimentos para que el niño pudiera merendar o dinero para que llamara si había problemas».


Mustafá llegó a Barcelona como una maleta perdida, sin papeles ni remite. El andén se fue despejando de gente y al final quedó un tipo solo a lo lejos. No era el primo desconocido. Era un amigo marroquí de aquél. Se lo dijo nada más bajar: «No nos va nada bien. No nos podemos hacer cargo de ti».


Lo que dice la ley es que para repatriar a un menor tutelado por la Administración hay que mirar siempre por su supremo interés y cumplir con una serie de requisitos que habitualmente no se cumplen: la Delegación del Gobierno ha de iniciar un expediente de repatriación, el menor ha de contar con plazo para alegar, ha de contactarse con la familia en el país de origen, y ver que en ésta se dan las condiciones para su vuelta.


«No conozco un caso en que se cumplan los requisitos», dice Patuca Fernández, abogada de la Coordinadora de Barrios. «Hay chavales como Mustafá que son devueltos a Tánger cuando son del sur de Marruecos (hay 2.000 kilómetros de por medio); ha habido casos de otros que son retornados a una familia donde el padre está preso y la madre emigró; chicos que son devueltos a una casa donde sufrían malos tratos…».


Así que Mustafá no abrió ni el petate, describió por teléfono el oasis aquel, recibió un giro que era un billete de vuelta, alivió al primo fantasma diciéndole que se iba y puso rumbo a Madrid, para estar con lo más parecido a una familia. «Resulta discriminatorio que, para la atención de los niños españoles, el Instituto Madrileño del Menor y la Familia siga un riguroso procedimiento para los críos en situación de desamparo y que, en este caso, toda la atención dispensada haya sido la de comprarle un billete a Barcelona».


El caso es que Mustafá tendrá al menos padre aquí en España, pues el cura De Castro ha decidido pedirle en acogimiento. Al igual que a Said.


Desde la Consejería de Familia de Madrid señalaron a este periódico que todo se hizo conforme a la más «legalidad», que el joven «quiso irse» a Barcelona y que, «contactado el padre», éste dio su «visto bueno» para el viaje incierto. La Justicia dirá ahora dónde iba aquel autobús.


Ah, Said. Le dijeron que le iban a cambiar de centro. El chaval se acordó de lo que hicieron con Mustafá: un billete y, zas, en casa… No lo dudó: la pasada semana, nada más amanecer, se escapó del centro.

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