BULEVAR

'Predictors' de infidelidad y 'burkas'

El Mundo, NURIA RIBO, 20-03-2007

Si el contraste es el signo de nuestros tiempos, ayer la publicación de dos reportajes en distintos periódicos reflejaba de forma impactante los cambios de costumbres y la gran revolución social que viven las mujeres. Eso sí, en función de sus procedencias, tradiciones o religiones. Algo que la convivencia con la inmigración nos hace afrontar cada día.


La portada de este periódico mostraba ayer la foto de dos mujeres cubiertas de pies a cabeza con el niqab, una vestimenta con sólo dos oberturas para los ojos. Ambas empujaban un carro de compras por un centro comercial madrileño. El pie de foto no podía ser más elocuente: «No es Kabul, no es Riad, es Alcobendas».


El uso de diferentes prendas femeninas como el chador, hiyab, niqab o burka, no contempladas en el islam, pero en cambio usadas por una gran mayoría de mujeres musulmanas se ha convertido en una de las grandes polémicas en muchos países de la Unión Europea. Sumisión de la mujer o respeto a las costumbres es el centro de un debate en el que la izquierda pasa de puntillas o lo admite bajo el argumento del respeto a la multiculturalidad, mientras que la derecha, con la cual reconozco que coincido, se muestra en contra, como muchos grupos de mujeres musulmanas que critican el uso de velos, porque nada tienen que ver con el islam. Activistas como la francesa Fadela Amara, musulmana y líder del colectivo Ni putas ni sumisas, contrarias a su uso, lo consideran una tradición ligada a la sumisión de la mujer. El debate en España no ha hecho más que empezar. Las escuelas tienen ya altos índices de inmigración musulmana que convive con niños y niñas cuyas madres se han dejado la piel para que hoy la sociedad sea más igualitaria. Y muchas no estamos dispuestas a dar marcha atrás en nombre de la multiculturalidad.La otra cara de la realidad quedaba plasmada en El Periódico, en un reportaje titulado «Las dudas sobre la pareja disparan la demanda de tests de paternidad». En 2006, más de 4000 españoles hicieron pruebas de ADN para saber si el hijo era realmente suyo.


El inmenso catálogo de situaciones familiares, desde las monoparentales, niños probeta, separaciones, adopciones, matrimonios homosexuales, sumado a un actitud más independiente de la mujer, configura un panorama en el que la incógnita: ¿este niño es realmente mío? no pasaba antes por la mente de los hombres.


El interés por salir de dudas viene propiciado, la mayoría de veces, por procesos de divorcio, donde los interrogantes sobre la paternidad pueden salvar al padre de la pensión, como mínimo.


La desconfianza hacia la mujer, casi inexistente años atrás, ya que el salto sólo parecía ser cosa de hombres, y además aceptado con cierta resignación por aquello del «¡ya se sabe como son!» o «tienen otras necesidades» es otro signo de los tiempos. Según un biólogo de una de las veinte empresas que en España se dedican a estas pruebas genéticas, un 10% de los hijos de europeos son de un padre diferente del que cree serlo. Y es que la madre es la que es y el padre es una cuestión de fe.

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