Crece la mayor minoría de la UE

Bruselas lleva años trabajando por la integración gitana Actualmente,

La Razón, Katia Ballano, 19-03-2007

MADRID – Su origen está impregnado de misterio; a sus costumbres se les
atribuye un componente mágico y enigmático que les dota de capacidades
adivinas; su música es fogosa y pasional; su espíritu inquieto les ha
llevado a recorrer medio mundo. Los romaníes no sólo despiertan
fascinación, también inspiran rechazo. Durante toda su existencia han sido
víctimas de numerosas persecuciones y discriminaciones, que se han
achacado a su sagacidad, a las quejas por su falta de respeto hacia la
propiedad ajena, a las supuestas prácticas hechiceras y a su tendencia al
engaño, atribuciones que han derivado en un estereotipo.
   Europa
alberga a la mayor parte de la población romaní. Se estima que hay entre 8
y 10 millones de romaníes en nuestro continente. Su presencia es
especialmente elevada en los países del Este y no está exenta de
problemática, debido a la frecuente aversión hacia ellos, por su forma de
vida, que en muchos casos transcurre en hacinamientos precarios, y la
falta de oportunidades. Las principales lacras que padecen son el bajo
índice de escolarización y la vida en asentamientos informales construidos
sin permiso, lo que les excluye de servicios esenciales.
   La UE y
Amnistía Internacional han denunciado reiteradamente que los gobiernos
incumplen su obligación de garantizar a los niños y niñas romaníes el
derecho a la educación, fundamental para la futura obtención de un empleo.
   Las mujeres gitanas, a su vez, protagonizan un drama añadido, debido a la
doble discriminación que padecen. La mayor vejación a la que se somete a
la mujer romaní es la esterilización obligatoria, vigente en muchos
países, como medida contra el elevado número de embarazos. El Parlamento
Europeo aprobó en 2006 un informe contra la discriminación de la mujer
gitana, con el que pretende evitar este tipo de prácticas denigrantes.
   Preocupa también que los gobiernos no realicen un mayor esfuerzo por evitar
agresiones, cuyos protagonistas a veces son las propias fuerzas
policiales. Concretamente, en República Checa el maltrato policial a
detenidos de etnia romaní es frecuente. Sin embargo, no sólo la Policía
comete actos racistas contra romaníes. También son habituales las
reyertas. Uno de los casos más sonados tuvo lugar en 1999, en la localidad
checa de Usti nad Lebem. En la noche del 12 de octubre, un grupo de
habitantes de la zona construyó un muro de 2 metros de altura y 60 de
largo alrededor de dos bloques, en los que residían 37 familias romaníes.
Los vecinos acusaban a los romaníes de tener comportamientos antisociales.
Las 37 familias gitanas quedaron aisladas por un muro, hasta que la
protestas del presidente Vaclav Havel o Romano Prodi, entre otros, se
alzaron en contra de tal iniciativa. La presión surtió efecto y en
noviembre de 1999 se demolió el muro. El escándalo ha quedado en el
olvido, pues hace ocho años de aquel suceso. Sin embargo, muchos romaníes
viven aún como ciudadanos de segunda.
   

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