LA CIUDAD INCLUSIVA

Diario Vasco, 23-02-2007

Casi todos los días, leemos, vemos o escuchamos que en muchas ciudades se producen conflictos entre personas o grupos de diferentes orígenes. No hace mucho, el caso de los levantamientos en los barrios periféricos de París ocupó, durante semanas, las portadas de los periódicos. Hace unas semanas ocurrió en Alcorcón. En nuestro entorno, aunque no sean tan visibles también están latentes.

La ciudad es el espacio de expresión de la sociedad en la que habitamos. En las últimas décadas de asentamiento definitivo de la economía global, los flujos migratorios han experimentado un crecimiento exponencial con consecuencias muy visibles en nuestras ciudades que están sufriendo importantes transformaciones sociales y estructurales.

Las personas de las zonas geográficas menos desfavorecidas se desplazan hacia los países ricos y hacia sus ciudades. Estos flujos migratorios, que crecen inusitadamente, están produciendo un paisaje humano diverso y heterogéneo que dibuja ciudades cada vez más cosmopolitas y menos uniformes. A nuestro alrededor, están surgiendo nuevas formas de expresión de vida y nuevos procesos sociales más tensos que confrontan culturas tradicionales con sociedades tecnológicamente avanzadas y que, además, enfrentan núcleos de población con alta concentración de pobreza con otros de inusitada riqueza.

No podemos olvidar que muchos conflictos, aparentemente identitarios – raza, religión, cultura – , que se están produciendo en nuestro entorno, son en realidad, y sobre todo, consecuencia de la discriminación social y económica en la que viven la gran mayoría de estos grupos humanos. Cualquier análisis de esta realidad no debe ocultar que bajo la aparente diferencia identitaria se oculta una realidad de marginación económica, política y social que va mucho más allá de la diferencia cultural.

En este sentido, la cohesión social, tantas veces reclamada y proclamada, se ve amenaza por la exclusión y las desigualdades. Por tanto, las libertades y la integración social no tienen sentido sin los recursos económicos, los instrumentos legales y los medios políticos para ser partícipes en igualdad de condiciones. El filósofo italiano y varias veces alcalde de Venecia, Massimo Cacciari, en su libro Geo – filosofía de Europa, nos propone una comunidad inspirada en una ética de la solidaridad, ya que no hay educación, cultura ni democracia sin asunción del antagonismo en su carácter de constitutivo esencial. Esboza una idea de comunidad cuyo fondo común no sea otro que el contraste plural entre diferentes y donde, más que la tolerancia, impere la solidaridad entre quienes se saben iguales y diferentes.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)