«No me grabes, cabrón, que luego voy a por ti»

«Todo es culpa de los periodistas. No somos racistas ni xenófobos, sólo

La Razón, 28-01-2007

Alcorcón – Encapuchados y menores de edad. Los que ayer corrían delante de
la Policía eran prácticamente críos que tenían como diversión de sábado
huir de los antidisturbios. Cansados de ser el foco de los objetivos de
las cámaras, centraron sus iras en los medios de comunicación. Salir por
la tele como si fuesen delincuentes juveniles ya no les parecía un juego.
   «Todo es culpa de la prensa, que estáis manipulando. Nosotros no somos
racistas, ni xenófobos como ha dicho el alcalde y el Gobierno. Sólo
estamos protegiendo nuestro pueblo, al que vosotros estáis dando mal
nombre. Nunca ha habido bandas en Alcorcón, sólo pandillas de barrio que
tienen sus problemas, como en todos los lados», explicaba un joven que
ayer aguardaba sentado en un banco como se desarrollaban los
acontecimientos.
   La mayoría trataban de justificar los actos de los
últimos días de sus vecinos y compañeros. Casi todos tenían la misma
excusa para haber entrado a la gresca. La leyes del barrio y la calle hay
que respetarlas. «Yo no soy racista, pero como hoy vea un latino mafioso
le aplasto la cabeza. No es cuestión de que sea xenófobo, pero lo que no
voy a consentir es que venga alguien a decirle a un anciano o un niño del
pueblo que no puede sentarse en un banco del parque o no puede jugar en
las canchas de baloncesto. Sólo faltaba eso. A mí los extranjeros no me
molesta que vengan mientras sea de manera legal. Lo que no puede ser es
que se crean los putos amos de la ciudad y se piensen que no tienen que
cumplir las reglas. Entonces es cuando les paramos los pies», comentaba
Ricardo, otro de los chicos del barrio.
   Acusaciones equivocadas
   Sintiéndose invadidos en su propia casa, durante toda la tarde trataron de
evitar la legión de cámaras que les retrataba. «No me grabes, cabrón, que
luego voy a por ti» o «¿Por qué no te vas a grabar lo que está haciendo
ahora tu mujer?», espetaban chicos de apenas quince años a los reporteros
gráficos cuando trataban de retratarles mientras les cacheaban. Otros
trataban de agarrar los objetivos para evitar que los fotógrafos captasen
las imágenes de lo que estaba ocurriendo. Equivocados, muchos de ellos
echaban la culpa al gobierno regional porque hubiese venido la policía a
su ciudad, cuando eso era cosa de la Delegación de Gobierno.
   La
tarde se desarrolló en un juego del ratón, el gato y el cámara, en el que
tanto la Policía como los vecinos y los chavales recriminaron a los medios
el desarrollo de su trabajo. Decían que habían manipulado los hechos para
que el pueblo pareciese un lugar lleno de racistas. «Aquí hay un montón de
extranjeros y nunca se mete nadie con nadie. Y ahora resulta que somos
todos malos. Eso no es justo. Yo he venido hoy a manifestarme
pacíficamente contra todo esto y lo único que he hecho es correr delante
de la Policía como si estuviésemos en la época de Franco para que no me
detuviese la Policía».
   Escondidos en los portales
   En plena persecución policial, los jóvenes tuvieron tiempo para tomarse una
licencia más con los periodistas. Mientras montaban un nueva barricada con
cubos de basura y escombros, se pusieron violentos con los cámaras.
   En un alarde de valentía, comenzaron a bombardear, entre insultos, a los
reporteros con todo lo que pillaron a mano: ladrillos, piedras, latas de
refresco llenas, etcétera. Luego, al ver que las porras ya se precipitaban
sobre ellos, continuaron calle abajo o se escondieron dentro de los
portales.
   Finalmente, y ya más calmados los ánimos, los chicos se
acercaron a las cámaras para argumentar las razones de sus quejas. Un
chaval encapuchado aseguraba: «Aquí no cerramos la puerta a nadie siempre
que sea pacífico y buena gente. Lo que ha pasado en el pueblo en estos
días pasa en todos lados. No es una excusa. Es la verdad. Lo que no
queremos es que por ser jóvenes y vivir en un pueblo de obreros nos tomen
como delincuentes porque protejamos a nuestra gente».
   

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