VIOLENCIA EN ALCORCON / Los vecinos piden tranquilidad

Los vecinos se concentran por una «convivencia pacífica»

El Mundo, 28-01-2007

Algunos de los residentes de la zona leyeron un manifiesto alternativo contra el racismo frente a las canchas donde se han desatado los incidentes ALCORCON. – Los habitantes de Alcorcón han pasado del miedo a la incredulidad. La gran mayoría reconoce que lo que les apetece es «estar tranquilos», pero las circunstancias apuntan a todo lo contrario.


«Yo pienso seguir sacando a mi perro todos los días aunque reciba una pedrada a cambio», comentaba una mujer mientras caminaba por la calle del alcalde José Aranda. Eran las 18.30 horas y acababan de comenzar los primeros disturbios. Una hora antes, a las 17.00, una veintena de personas se había manifestado en el parque situado frente a las canchas de la calle de Maestro Victoria. «Abogamos por la convivencia pacífica entre los vecinos y vecinas, por la coexistencia de todas las culturas, nacionalidades y razas dentro de su colectivo y su integración en el tejido social a todos los niveles.Creemos que tanto la inmigración como los incidentes entre jóvenes de la clase obrera son producto de un sistema económico y político basado en la explotación y en la competencia individualista, en vez de en la solidaridad y en el apoyo mutuo», decía el comunicado que leyó en voz alta una vecina perteneciente a la Asamblea de Alcorcón y que optó por un manifiesto alternativo al que publicó ayer el Ayuntamiento de la localidad. Estaban reunidos para luchar «por la convivencia pacífica y contra el racismo».


Pero la concentración no violenta provocó la respuesta contraria. «Esto que hemos hecho no es racismo, es justicia», vociferaba un vecino de mediana edad que inmediatamente fue contestado por otro hombre de su misma generación: «Lo que tienes que hacer es hablar menos y denunciar más», le espetaba.


Toda una riña tabernaria, con la salvedad de que estaba siendo registrada por decenas de medios de comunicación, que pudieron grabar el «váyase a hacer puñetas» con el que acabó la conversación.


No fue ésa la primera vez que los periodistas dieron sus cinco minutos de gloria a un anónimo viandante. Un joven que bajaba la basura llegó a estar más solicitado que el ganador sorpresa del Goya. Sus palabras no aclaraban si iba a haber manifestación o no, pero ni falta que hizo.


Decenas de jóvenes encapuchados empezaron a correr y los antidisturbios a perseguirlos. En esos momentos también se abrió un tercer frente: el insulto a los periodistas. «Lo que pasa es que nos han dado un trato mediático alarmista y manipulador. No es verdad que Alcorcón sea xenófobo, si los extranjeros vinieran a trabajar aquí no pasaría nada», manifestaba un joven con un ojo puesto en la cámara y otro en la Policía, después de que les hubiera tirado un par de piedras unos minutos antes.


Unos lanzaban y otros recibían. Un chico demasiado curioso se acercó a sacarle fotos a los antidisturbios para captar las primeras cargas, y se quedó sin instantáneas y con un par de moratones. «Me han dado en la espalda y en el pie», se quejaba, «porque se creían que era uno de los encapuchados, pero bueno, al menos aún puedo caminar, aunque el susto no me lo quita nadie», aclaraba.


Desde los edificios la gente miraba y participaba con alaridos, dependiendo de quiénes les parecían los buenos o los malos. Lo mismo les pasaba a los sufridos conductores, la mayoría desquiciados. Un anciano no paró de tocar el claxon durante minutos preguntando de quién era un coche aparcado en medio de la plaza de Brasil. No se calmó ni cuando le dijeron que era de un policía de paisano que había salido detrás de unos delincuentes.


Finalmente la algarabía se fue calmando y los alcorconeros pudieron, con más fácilidad, recuperar su rutina. Era el caso de dos señoras para las que no parecían existir ni las sirenas de las ambulancias, ni los frenazos de las lecheras. Sus reflexiones no tenían desperdicio: «Aquí desalmados ha habido siempre, que me lo digan a mí, que hace 20 años aquí no había ningún extranjero y mi vecino tiraba las bolsas de basura desde un tercero. Y además, tenía mala puntería», concluyó.

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