EL MIRÓN PERPLEJO

Alcorcón no es un caso aislado

La Vanguardia, 25-01-2007

ÁNGEL EXPÓSITO

QUIEN NO QUIERA ver que Alcorcón no es un caso aislado padece una miopía cercana a la ceguera o a la cobardía electoral

Los sucesos del pasado fin de semana en Alcorcón no son hechos aislados o peleas de barrio como las que teníamos en los años setenta en Cuatro Caminos. Quien no quiera ver lo que hay detrás no sólo es miope, sino que roza la ceguera, o lo que es peor, padece una especie de cinismo cercano a la cobardía electoral.

El problemón está ahí, queramos reconocerlo o no, y las soluciones, tan complejas como la cuestión en sí, se me antojan igual de difíciles y transversales. Si en cualquier capítulo de las ciencias sociales la simplificación es absurda, en todo lo que tenga que ver con la inmigración, la estupidez es supina si reducimos los problemas a uno o dos factores.

Alcorcón alberga a casi 200.000 habitantes. Se encuentra al oeste de la capital, al salir por la carretera de Extremadura. En sus años se la llamó ciudad dormitorio, pero hoy es una urbe con todas las letras. A pesar del boom de la vivienda es una de las zonas más ¿baratas? próximas a Madrid. Junto a los trabajadores de los sesenta, ya jubilados, viven ahora sus hijos, nietos y muchos inmigrantes. En torno al 20 por ciento de su población proviene de fuera de España.

Pero más allá de los retratos estadísticos, repetibles en cualquier localidad de las afueras de Barcelona, me surgen increíbles dudas: ¿Cómo pueden decir ahora las autoridades que no conocían la existencia de chantajes o extorsiones, para utilizar espacios públicos, por parte de pandilleros macarras? ¿Es que nadie habla con los vecinos? ¿De verdad se creen los responsables de Interior que en sitios como éstos no existen bandas organizadas? ¿No se dan cuenta de que en cuestiones de seguridad cualquier frase con tono de sentencia se da la vuelta en horas o días y quedas en ridículo?

Y tras la miopía aparece la política. El colmo. Resulta que como Alcorcón está gobernada por alcalde socialista, el PP se le echa al cuello con acusaciones de imprevisión. ¿Nadie ha reparado en que la ciudad de Móstoles, con alcalde del PP, está ubicada, literalmente, al otro lado de la calle de Alcorcón y que sufre lo mismo en sus parques e institutos?

No tengo ni idea de cómo solucionar el problema, pero sí sé cómo se vive en esos barrios. Si tenemos en cuenta que la cura de toda enfermedad depende del diagnóstico, lo primero que deberían hacer las autoridades es no sólo no minusvalorar el mal limitándose a hecho aislado, sin bandas organizadas y jóvenes ociosos, sino diagnosticar la realidad en toda su crudeza. Sin simplificaciones. Esto no es sólo un tema de bandas latinas contra skin-heads o al revés. No. Es una cuestión individual, de un montón de individuos normales y corrientes que, colectivizados, se hacen incontrolables.

Ignoro si los complejos pseudoprogres que nos acechan a los de determinada generación nos ocultan la realidad (baste recordar a todos los que dicen que estuvieron en París en mayo del 68 y mienten), porque la verdad, al menos en mi caso, es que estas escenas de película callejera neoyorquina me dan mucho miedo. En cualquier instante, por una chica, una mirada, un insulto o una chupa de cuero, se va a montar la de San Quintín. Y ni la policía, ni los políticos podrán evitar un caos que ya hemos visto en demasiados lugares del mundo.

En Interior se acumula el trabajo

Alguien muy destacado en el Ministerio del Interior advierte que se les está acumulando el trabajo: pateras, islamismo, xenofobia, negociación con ETA, pacto antiterrorista, diálogo parlamentario, inseguridad ciudadana, manifestaciones de guardias civiles, miembros de Jarrai, 11-M… Este alto cargo asegura que no hay quien aguante que todos y cada uno de esos temas pasen por un único teléfono móvil. En este caso, el del ministro.

Qué decimos en casa

Mucho se habla de lo que pasa en la calle. Se culpa al colegio, a las pandillas, a las autoridades, pero ¿y lo que decimos en casa? ¿O es que todo lo que hablamos en voz alta viendo un telediario no resulta contraproducente para los chavales? ¿No deberíamos los padres aplicarnos el cuento a la hora de inculcar valores antixenófobos? Hagamos autocrítica hogareña. Bastaría con que recordáramos lo dicho en los últimos días en casa a la hora de la cena. ¿O no?

Los recuerdos de El Ejido

El pasado fin de semana me vinieron a la memoria las imágenes de los sucesos de El Ejido en el año 2000. Y recuerdo especialmente el miedo y el dolor en la cara del subgobernador civil de la provincia de Almería, cuando estaba siendo apaleado por los vecinos a la salida de un funeral. Qué descontrol, qué horror, qué daño social… y lo que es peor ¡cuántas posibilidades hay de que se vuelva a repetir el drama!

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