¿Hay que tolerar la intolerancia?

El Gobierno de Balkenende alimenta el debate sobre el multiculturalismo

La Razón, 25-11-2006

De: gsuarez@larazon.es
   Asunto: Burkas en Holanda. 23 Nov 2006, 09.35
h.
   Hace sólo una década, a nadie se le habría ocurrido que la nación
más tolerante de Europa se planteara desterrar una de las señas de
identidad de su principal minoría religiosa. Pero eso es exactamente lo
que ha ocurrido en Holanda, donde el partido democristiano gobernante, que
repitió triunfo el miércoles, apostó durante la reciente campaña electoral
por prohibir en el espacio público el burka (tela que cubre el rostro
entero de una mujer, sin dejar ni siquiera los ojos descubiertos). Y,
curiosamente, defiende este recorte de los derechos individuales como una
defensa de los principios democráticos ante el caballo de Troya del
multiculturalismo y el integrismo religioso. Ya tenemos de nuevo el dilema
servido: ¿hasta qué punto tienen derecho las sociedades occidentales a
imponer sus valores a las minorías religiosas? G.
   
   De: jgomez@larazon.es
   Asunto: Re: Burkas en Holanda.
23 Nov 2006, 10:08 h.
   Seguimos sin aprender de nuestro pasado,
Gonzalo. En Francia, hace 25 años, muchos creyeron que respetar otras
costumbres significaba tolerar la ablación del clítoris. O mirar para otro
lado cuando los inmigrantes casaban por la fuerza a sus hijas menores de
edad. Pero dile hoy a las 35.000 chicas mutiladas o amenazadas por el
escalpelo y a las 70.000 que se exponen a un matrimonio forzado en este
país que su drama es fruto de la tolerancia. Lo que pasa es que predicar
el respeto de todas las costumbres queda mejor en las charlas de salón. J.
   Asunto: Relativismo cultural.
   23 Nov 2006, 16:18 h.
   Es cierto que muchos habitantes de la benévola Europa prefieren dejarse
arrastrar por la plácida inercia del relativismo cultural. «Si una
comunidad asegura que una determinada práctica forma parte indisoluble de
su identidad religiosa, ¿quién somos nosotros para oponernos?», dicen.
Pero sabemos que, a la larga, esta actitud comodona sólo agrava el
problema. Ahora, cuatro de cada diez musulmanes británicos quieren que se
aplique la «sharia» (ley islámica) en las áreas en que son mayoría. Ceder
sería una temeridad: no podemos sacrificar el sistema de garantías legales
que tanto tiempo nos ha costado tejer para saciar los deseos de una
religión. Así que debemos mantenernos firmes en la defensa de principios
básicos como la libertad de expresión o la igualdad entre sexos: lo que
dudo (y mucho) es que prohibir el burka sea el paso más adecuado en esta
dirección. G.
   
   Asunto: Re: Relativismo
cultural. 23 Nov 2006, 22:45 h.
   Borrar el rostro de una persona es
arrancarle su identidad. ¿Cómo cuadrar esta concepción atávica de la mujer
en una sociedad democrática? Desde un punto de vista práctico, como ha
recordado tu ministro del Interior, Jack Straw, el burka también es un
obstáculo para la comunicación y la identificación. Sería como permitir
que alguien no escolarice a su hijo porque cree que la educación es
perniciosa. Gonzalo, incluso suponiendo que todas las que portan el burka
lo hagan voluntariamente, la ley está para defender la dignidad de las
personas aunque ellas mismas deseen rebajársela. Defender la anulación de
la mujer en nombre de la diversidad sería volar desde dentro nuestro
sistema de valores. Los derechos y libertades no son el esqueleto de la
democracia por occidentales, sino su carácter fundamental y universal. J.
   
   Asunto: Vida privada.
   24 Nov
2006, 16:20 h.
   Tu paralelismo no me vale, Javier. Los chavales que
no pueden ir al colegio por culpa de sus padres son menores de edad y, por
tanto, el Estado puede y debe intervenir. El mismo argumento sirve para
los otros ejemplos que mencionas, como la ablación de clítoris o los
matrimonios forzados. Sin embargo, el caso de los burkas es distinto:
siempre que sean adultas, las mujeres tienen derecho a vestir como quieran
en su vida privada. Si sus maridos las fuerzan a llevar esta prenda, las
autoridades deben aplicar las leyes contra la violencia doméstica, no
sacarse de la manga una prohibición arbitraria y populista. Detesto los
burkas, un símbolo de opresión sexual, pero la democracia consiste en
aceptar las diferencias, siempre que respeten la ley y los derechos
humanos. Sería una triste ironía que recortáramos un derecho para proteger
otro. G.
   
   Asunto: Re: Vida privada.
   24 Nov 2006, 18:08h
   ¿Populista? Te veo de lo más
anglosajón, Gonzalo. Aborrezco las prohibiciones, desapruebo que Francia
haya retirado los símbolos religiosos de las escuelas y no tengo alergia
al velo islámico. Allá cada uno con lo que cree y con lo que prefiera
taparse la cabeza: pañuelos, sombreros tiroleses o monteras. Yo sólo
apunto que más nos vale fijarle un listón a la sinrazón. En Rotterdam se
está construyendo el primer hospital islámico, que separa a los pacientes
por su sexo, porque centenares de musulmanas se niegan a ser atendidas por
hombres. Extremos que criticaba Theo Van Gogh antes de ser asesinado en
una calle de Amsterdam por impío. En Francia se han reclamado horarios
diferenciados por sexos en piscinas y la foto del DNI con el velo.
Propuestas que no vulneran derecho alguno y atañen a mayores de edad.
¿Debemos por ello aceptarlas? En honor a censuras disfrazadas de
tradiciones, hemos visto cómo se cuestiona el aborto, se intentan prohibir
caricaturas en los periódicos o se amordaza una obra de Voltaire en Suiza.
Debemos ser tolerantes con las diferencias. Pero como dice Giovanni
Sartori, el gran politólogo de la izquierda liberal, no podemos ser
tolerantes con la intolerancia. J.
   

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