Un policía negro mata a un ultra francés cuando se defendía de su ataque racista

ABC, 25-11-2006

JUAN PEDRO QUIÑONERO

CORRESPONSAL

PARÍS. Una de las más espantosas tragedias de la historia del fútbol francés ha dejado al descubierto la proliferación de la gangrena racista, con derramamiento de sangre, vandalismo criminal, histeria xenófoba, cuando el líder de la extrema derecha, Jean – Marie Le Pen, se cotiza al 17 por ciento de las intenciones de voto: un capital electoral que le pudiera permitir eliminar a Ségol_ne Royal o a Nicolas Sarkozy en la primera vuelta de las próximas elecciones presidenciales.

Al final de un desastroso partido de fútbol que terminó con la humillante derrota por 4 – 2 del Paris Saint – Germain a pies del Hapoël de Tel Aviv, en campo israelí, doscientos hinchas del equipo francés, miembros de una banda de extrema derecha, los «Boulogne Boys» (en nombre de la ciudad residencial de la periferia más próxima), conocidos por su salvajismo racista, se tiraron a la calle armados de estacas y profirieron insultos racistas contra el equipo y la afición de Isra, con resultados dramáticos: uno de los alborotadores murió y otro resultó herido por los disparos de un policía.

La historia fue como sigue. Un grupo de jóvenes fue acorralado con amenazantes gritos como: «¡Hijos de puta judíos!», «¡Sucios judíos de mierda!», «¡Muerte, muerte a los judíos!». Un policía de paisano, francés, negro, originario de las Antillas, Antoine Granomont, salió en defensa de los insultados. El policía, que vestía de paisano, vigilaba los autobuses de las fuerzas de seguridad. Los energúmenos lo rodearon con gritos y patadas: «¡Negro de mierda!», «¡Hijo de puta negro!».

El agente intentó huir mientras protegía al más joven de los israelíes, Yanniv Hazout. Varias decenas de vándalos lo rodearon y lo amenazaron. El policía comenzó a gritar «¡Policía, policía!». En vano. Se vio obligado a sacar su pistola y disparó. Víctimas de las balas, uno de los energúmenos murió y otro resultó herido.

La noticia y primeras imágenes incendiaron automáticamente las primeras páginas de los programas audiovisuales: «¡Un policía negro mata a un hincha racista!». Una bomba. Los sindicatos de Policía salieron inmediatamente en defensa del colega arrestado, a la espera de una investigación y un posible proceso.

Un portavoz oficial de UNSA, el primer sindicato policial, comentaba: «Nuestro colega fue víctima de una emboscada de una banda de salvajes excitados y racistas, que atacaron cobardemente a un policía, que se vio forzado a defenderse». Frédéric Lagache, secretario general del sindicato Alliance, afirmaba: «Si Antoine Granomont no hubiese disparado, lo hubiesen linchado. Esa gente son bestias racistas».

«Una tragedia»

Nicolas Sarkozy, ministro del Interior, calificaba el hecho de «tragedia» y ratificaba las primeras versiones no oficiales de la Policía al asegurar que uno de los agresores le había atacado «con patadas en el bajo vientre».

A nadie se le oculta la dimensión política de la tragedia. La banda de los «Boulogne Boys» es conocida por su extremismo político. Durante el partido y poco antes del estallido de los incidentes, el mismo grupo gritaba «¡Le Pen presidente, Le Pen presidente!».

Jean Marie Le Pen no tiene nada que ver personalmente con los «Boulogne Boys», pero sus campañas políticas, ultrapopulistas, siempre en el umbral del racismo, coqueteando con la xenofobia revisionista, han sido el caldo de cultivo donde ha florecido un extremismo irracional y violento.

Fuerte ascenso de Le Pen

Según los últimos sondeos, Le Pen cuenta con un 17 por ciento de intención de voto en las elecciones presidenciales. Se trata de un capital potencial ligeramente inferior al que tenía el invierno del 2001, en vísperas de la campaña del 2002, cuando el líder de la extrema derecha eliminó a Lionel Jospin, candidato de la izquierda socialista. Pero está creciendo y nadie duda de que tiene posibilidades de eliminar a Ségol_ne Royal, candidata socialista, o Nicolas Sarkozy, previsible candidato conservador, en las presidenciales de la próxima primavera.

El Frente Nacional (FN) es hoy el partido mayoritario de los obreros franceses. La extrema derecha federa el voto de una Francia conservadora que tiene muchos rostros dramáticos. Votan a la extrema derecha los obreros que antes apoyaban a los comunistas. Y los extremistas racistas que coquetean con la violencia. Las elites de izquierda y derecha moderadas no siempre comprenden con claridad la gravedad insondable de la crisis en curso.

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