B. NAVARRO
Tijani Idrissi contempla apesadumbrado el futuro del país al que llegó hace 18 años, procedente de Nador (Marruecos). “Holanda se está equivocando. Antes era casi el único país que se preocupaba por los derechos de la gente y ahora están en contra de todo, vamos hacia atrás. Espero que mis hijos emigren a España algún día, aquí no van a poder hacer nada”. Lo dice con pena. Sus tres hijos son holandeses y él mismo se siente “mitad holandés”. Sus comienzos en el país fueron fáciles. “La vida era barata, podías encontrar trabajo fácilmente. Te daban ayudas, todo lo contrario que ahora”, reflexiona tras la barra del establecimiento de comida rápida de su propiedad, en el centro de Rotterdam. En el menú, pan kebab y pizzas turcas, con los típicos crepes holandeses de postre. ¿Racismo? “Cada vez más. Por parte de los holandeses e incluso de los extranjeros”.

Tijani votará mañana por el Partido de los Trabajadores (PvdA). Matiza que, como empresario “debería votar a los liberales”, pero cree que los laboristas son los que más se preocupan por ese 10% de la población de origen extranjero. Si pudiera, Tijani seguramente votaría por Pim Fortuyn. Le conoció más a fondo tras su asesinato, en vísperas de las elecciones del 2002. Y aunque discrepa del 80% de sus ideas (el carismático líder populista calificaba la religión musulmana de “retardada”), sí apoya el otro 20%. “No me gusta que criticara el islam en general, pero sí la situación del islam en Holanda. Porque hay muchos problemas. Hay robos, hay inseguridad, problemas de integración… La gente tiene que trabajar más, porque en este país hay muchos que viven del cuento. De verdad, lamento mucho su muerte”, subraya para que no haya dudas sobre el sentido de sus palabras. Sus seguidores, sin embargo, “no son más que una panda de racistas, no valen para nada”.