La Otra Orilla. Nasija

«No es ni más ni menos que la vida misma, ésa que sólo aparece alguna vez en los telediarios gracias a Amnistía, a Médicos sin Fronteras, a CEAR, Cruz Roja y a otras muchas ONG»

Canarias 7, 21-11-2006

Juan Manuel Pardellas

Acaban de premiar en Alemania el corto Nasija, del realizador canario Guillermo Ríos. Ya lo he visto y me ha estremecido. Son menos de nueve minutos de impacto, de la vida vista por una joven de algún país cualquiera por debajo de las voraces dunas del desierto del Sáhara, que eufemísticamente llamamos subsaharianos, para eludir que se trata de raza negra. A través de los ojos de Nasija, no sólo pasa la vida de esta joven, sino tradiciones centenarias degradantes para la mujer en muchos países del mundo como la ablación del clítoris, la venta al mejor postor, las violaciones, la anulación como persona, el uso del burka, la lapidación. No es ni más ni menos que la vida misma, ésa que sólo aparece alguna vez en los telediarios mientras comemos caliente, protegidos en nuestros hogares, y que nos llegan gracias a Amnistía, a Médicos sin Fronteras, a CEAR, Cruz Roja y a otras muchas ong o bien por el trabajo de algunos compañeros reporteros que entienden esta profesión de la manera más honesta. Nasija son todas las mujeres de allí, de muchos lados. No sólo del África tan terrible que se describe en este corto, como hermosa en sus paisajes, en sus sonrisas, en sus ritmos, en la sabiduría de sus tradiciones orales a punto de extinguirse porque las nuevas generaciones huyen hacia Europa y América. También hay millones de Nasija en América Latina, desde las mejicanas muertas a tiros hasta las sonrientes bailarinas de la Patagonia. Y en Oriente Medio, y en China. Y, por supuesto, entre nosotros. Toñi y su hija de ocho años son nuestras últimas Nasija, quemadas vivas por su propia pareja. Así que lo que Guillermo Ríos nos transmite en este corto, que les animo a pedir a través de las concejalías de Cultura de los ayuntamientos, no es sólo la triste realidad de muchas mujeres africanas, en las que, por otra parte, se sustenta buena parte de la supervivencia del continente agónico lleno de riquezas. Lo que este joven realizador canario activa no es sólo la solidaridad y rabia en contra esa situación, sino una reflexión más profunda sobre las relaciones entre los dos sexos y cómo debemos afrontarlas para progresar como especie. Mientras no ocurra así, Nasija somos todos.

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