Afromujer trata de sensibilizar a profesionales para desterrar prácticas que atentan contra las inmigrantes

La mutilación genital también emigra

REPORTAJE

El País, 20-11-2006

TEREIXA CONSTENLA – Sevilla -

“Nosotras emigramos con todo lo nuestro”. Ya sea por razones políticas, como hizo la propia Anastasia Nze cuando abandonó Guinea Ecuatorial en 1982, o por motivos económicos, como los que empujan a miles de personas en la actualidad, con cada inmigrante se trasladan creencias, ritos, costumbres y prácticas que en las sociedades de acogida pueden ser censuradas o perseguidas porque atentan contra los derechos humanos. “Dependiendo de la manera en la que interactúas puedes ir cambiando o no, pero si estás en una comunidad muy cerrada puede ocurrir que vivas en Sevilla como si estuvieras en una aldea de Senegal”, reflexiona Nze, economista y cooperante.Anastasia Nze preside la asociación Afromujer, que creó en Andalucía en 2004, a su regreso de un trabajo para Médicos Mundi en Burkina Fasso donde se sumergió en el tema de la mutilación genital femenina (eliminación total o parcial del aparato genital femenino). Es una de las formas de violencia de género que ha viajado con las inmigrantes y que ha obligado a las sociedades europeas a legislar contra ella.
El Código Penal español castiga con penas de prisión de 6 a 12 años y la inhabilitación especial para el ejercicio de la patria potestad a quien “causare a otro la mutilación genital en cualquiera de sus manifestaciones” (apartado número 2 del artículo 149). Los profesionales sanitarios están obligados a denunciar los casos que detecten en menores, sobre todo si la mutilación es reciente, aunque en opinión de la abogada Vanessa Casado, “la criminalización de esta práctica sin ningún tipo de intervención social puede producir un daño mayor, en la medida que puede incidir en un mayor ocultamiento del problema”.

En todos sus años en Sevilla, Anastasia Nze sólo ha tenido conocimiento de dos niñas mutiladas. Una en 1995 en una familia que conocía y otra, de oídas, en 2005. Pero la presidenta de Afromujer cree que los profesionales sanitarios deberían estar especialmente formados en zonas “de riesgo” por la concentración de mujeres de etnias donde se mutila a las niñas como parte del ritual “del paso de niña a adulta”. Nze cita el barrio sevillano de Macarena, varias localidades del Poniente almeriense como El Ejido, Roquetas y La Mojonera y algunos municipios de Huelva como las áreas donde habría que incidir en la concienciación del personal que atiende a inmigrantes para detectar situaciones de riesgo en menores. La prevención de esta práctica, que se da en 28 países africanos aunque no de forma homogénea se calcula que dos millones de niñas la sufren cada año, está fallando en la sociedad española, en opinión de Anastasia Nze. “Los inmigrantes no tienen información real sobre la ley”, dice. Tampoco la formación del personal sanitario contempla estos nuevos fenómenos. Por eso Nze, junto a la abogada Vanessa Casado, han impulsado el programa Vía Amiga que se centra en la prevención de distintas formas de violencia de género hacia las inmigrantes con la formación y sensibilización de profesionales que trabajan con ellas.

Casado considera necesario un plan formativo “de carácter obligatorio” sobre violencia de género, que incluya la mutilación genital, para los servicios médicos. En su opinión, la implicación estatal y autonómica resulta “muy precaria” en este tema.El programa Vía Amiga recibe ayudas de la Delegación de Igualdad del Ayuntamiento de Sevilla, el Instituto de la Mujer estatal, la Consejería de Gobernación y la Fundación La Caixa, gracias a las cuales se desarrollarán talleres los próximos 22 y 23 de noviembre, que abordan las distintas formas de violencia que pueden sufrir de forma específica las inmigrantes como la mutilación y la explotación sexual, pero también los matrimonios precoces, la poligamia, la dote o los tabúes alimentarios. “En muchos países del África subsahariana se le prohíben expresamente a las mujeres algunos alimentos, por ejemplo del pollo sólo comen el cuello o las patas porque el muslo se reserva a los hombres”, explica. Unos vetos que inciden directamente sobre la nutrición de las mujeres y que pueden perpetuarse en los países de acogida porque, como recalca Anastasia Nze, “emigramos con todo lo nuestro”.

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