Varón, blanco y obrero: destino, fracaso

Los conservadores británicos denuncian que los caucásicos de clase

La Razón, 18-11-2006

londres – Varón, blanco y de clase trabajadora: éste es el perfil de
millones de jóvenes británicos condenados al fracaso en los barrios más
duros del país. En las últimas décadas, otros grupos étnicos han logrado
trepar en la escala social tras aprovechar las oportunidades que les
ofrecía el sistema educativo. Mientras tanto, los obreros de clase blanca
se han quedado atrapados en una trágica espiral de analfabetismo,
violencia y adicción a todo tipo de estupefacientes.
   «Cuando
visito uno de estos barrios, me parece que estoy en el Tercer Mundo: no
existe la ley, sólo hay delincuencia, violaciones, drogas», denunció esta
semana un ex dirigente conservador, Iain Duncan Smith, que tras abandonar
el poder se ha convertido en un vigoroso activista en la defensa de la
justicia social.
   En todos los índices de desarrollo, los blancos
quedan por delante de otros grupos étnicos. Sin embargo, si uno se centra
en los chavales de clase trabajadora, las estadísticas dan un vuelco y los
de origen caucásico caen al último lugar. Así, sólo el 17 por ciento de
los jóvenes de este segmento social abandona el instituto con buenas notas
en cinco o más asignaturas, por detrás de los negros (19 por ciento), los
indios (40 por ciento) y, especialmente, los chinos (69 por ciento).
   «El hecho de que los chavales que obtienen mejores resultados escolares
provengan de países con estructuras familiares fuertes que valoran mucho
la educación indica que la clave de sacar buenas notas es la cultura, no
la raza ni el dinero», señaló Duncan Smith.
   Infinidad
de estudios han señalado las conexiones entre el nivel educativo de los
jóvenes y su predisposición a caer en todo tipo de líos, desde engancharse
a las drogas hasta acabar con sus huesos en la cárcel.
   Basta
con visitar cualquiera de los edificios de protección oficial para darse
cuenta de que, en muchos casos, los hogares más conflictivos están
ocupados por jóvenes blancos de clase obrera.
   Hasta hace un par
de décadas, estas familias formaban el esqueleto de la sociedad británica,
pero ahora se han quedado atrapadas en un «círculo de pobreza» del que
resulta difícil salir. «Los índices de movilidad social se han hundido»,
denuncia un reciente informe de los «tories». «Un chaval pobre tiene
muchas menos oportunidades de acabar en un trabajo bien remunerado que su
equivalente de la década de los 70».
   El fenómeno está tan
enquistado que incluso ha generado una peculiar industria «cultural»
dedicada a reírse de los hábitos de este subgrupo, a los que apodan
«chavs» o «white trash» (basura blanca). Una de las comedias televisivas
más exitosas de los últimos años, llamada «Little Britain», satiriza su
ignorancia, su falta de modales y su obsesión por los chándales, la
joyería hortera y los coches «tuneados». Mientras tanto, programas más
«serios» tampoco se cortan a la hora de criticar su adicción a las comidas
preparadas, su tendencia a malcriar a sus hijos o el dudoso gusto de la
decoración de sus hogares.
   «Es el único grupo étnico al que se
puede insultar e ignorar sin que nadie se escandalice», denunció esta
semana Leo McKinstry, un columnista británico. Según Iain Duncan Smith, la
crisis educativa es un síntoma que denota problemas aún más profundos.
   Tres de cada cuatro delincuentes juveniles no tienen un certificado
escolar, mientras que el 37 por ciento de los presos escolares leen peor
que un chico de once años de edad. El ex líder «tory» opina que no basta
con aumentar el presupuesto educativo, como han hecho los políticos
laboristas: resulta más importante mejorar el entorno social en el que se
desenvuelven los chavales.
   Así, abogó por reforzar los vínculos
familiares, combatir la drogadicción y tratar de acabar de una vez por
todas con la imagen de que «estudiar no es guay», un cliché todavía
vigente entre los obreros blancos más jóvenes.
   «A escala
internacional, no hay relación entre el gasto educativo y los resultados
escolares, se trata de un problema enraizado en factores sociales muy
profundos», señala el informe que ha remitido a su partido.
   

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