Excesivo exceso

Diario de Noticias, 17-11-2006

probablemente cuando vean – si es que así lo deciden – este filme, observarán cómo algunos espectadores huyen de la sala. Y verán que salen de estampida, horrorizados, como si no diesen crédito a lo que les escupe la pantalla. No se preocupen, es una reacción natural, es el efecto Borat . ¿En qué consiste? Imaginen la incorrección política de Torrente y multipliquen por diez la mala uva, el talento y la capacidad de provocar. ¿No dan crédito? ¿Les seduce la idea? Pues bien, Borat será su película. Porque Borat es el exceso, la madre de todos los delirios, la película más terminal del nuevo milenio.

Y lo es porque lo que Borat plantea no se reduce a una mascarada en torno a un personaje en celo, machista y grosero. No, lo que Borat se propone es pasar al público por la prueba del algodón de la inteligencia, la tolerancia y el humor. Para ello se arriesga, incluso a ser mal leído y peor interpretado. Con los ropajes de un falso documental, Borat relata las vicisitudes de un presentador del Kazajstan, un sujeto soez y delirante que, con el pretexto de preparar su formación televisiva, desembarca en EEUU. En compañía de su orondo productor, Borat recorre de este a oeste el país de las libertades y durante su azaroso viaje pone a prueba sus fundamentos: la religión, los movimientos progresistas, el patriotismo, el racismo… Y etapa a etapa, Borat se mete en la boca del lobo e introduce la mano en la herida abierta. Cada secuencia, es un duelo. Cada encuentro, un desencuentro. Cada episodio, una provocación.

Con el fervor de un creyente que se inmola en nombre del ingenio y el humor, Sacha Baron zarandea la sensibilidad del público. A su lado, los reality shows parecen una carta de ajuste y la televisión basura, puro juego de niños. Su lucidez es tal que no duda en señalar la cuestión punzante y nuclear de su propuesta. Acontece en uno de sus mejores momentos, en pleno rodeo, con caballos salvajes y banderas de barras y estrellas. Con ese toque Marlboro, Borat subraya que cualquier himno patriótico puede avalar lo que se quiera; la letra sin sentido es papel mojado. Como buena parte de las convicciones políticas que sustentan el credo democrático de nuestro mundo.

Dirección: Larry Charles Guión: Sacha Baron Cohen, Anthony Hines, Peter Baynham y Dan Mazer Intérpretes: Sacha Baron Cohen, Ken Davitian y Pamela Anderson. Nacionalidad: EEUU. 2006 Duración: 82 minutos

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