Es sucio, es racista, es un disparate, es... 'Borat'

El Mundo, 17-11-2006

BORJA HERMOSO

Llega a España la película del cómico británico Sacha Baron Cohen, sorprendente número 1 en EEUU MADRID. – Es que la gente se pasa de intolerante y de insensible. Porque si Borat Sagdiyev no fuera racista en general, antisemita y antigitano en particular, enemigo mortal de los homosexuales, misógino hasta el delirio, asquerosamente exhibicionista, cobardica y aparentemente tonto, estaríamos hablando de un tipo entrañable. Tan entrañable o más que una sabandija, un escorpión o un cuervo. Pero la gente se pasa. Y ya ha decidido tomar a Borat Sagdiyev por el pimpampum de sus frustraciones y de sus hipocresías. Razón no le falta (a la gente).


Ello no obstante, Borat, la película en la que el cómico británico Sacha Baron Cohen pone cara, cuerpo y gesto a este imaginario periodista de Kazajistán, ha reventado las taquillas de Estados Unidos y Gran Bretaña (en EEUU recaudó más de 26 millones de dólares en su primer fin de semana de explotación, los pasados días 3, 4 y 5, situándose en primer lugar del box office, muy por delante de, por ejemplo, Infiltrados, de Scorsese). Ya se verá lo que pasa en España, donde la película se estrena hoy. Todo un misterio, porque esta es una película con la suficiente carga freaky como para fascinar a unos y con el suficiente mal gusto como para asquear a otros.


Verdad, mentira


Nada es verdad en Borat, y sin embargo casi nada de lo que cuenta es mentira. Rodada por el director neoyorquino Larry Charles como un falso documental, Borat (surrealmente subtitulada El aprendizaje cultural de América para la gloriosa nación de Kazajistán) encierra un inconfesado objetivo: actuar como un laxante o como el café con sal y sacar de dentro del indefenso espectador sus fantasmas menos presentables, ya sean éstos racistas, sexuales, verbales y hasta escatológicos. O eso insinúa Sacha Baron Cohen si le preguntan.


Además de todo eso – casi podría decirse que por encima de todo eso – el disparate titulado Borat supone un verdadero tomahawk en las narices de la América profunda, blanca, ultrarreligiosa y de tendencias protofascistas. O sea: la que más cerquita se siente del político llamado George W. Bush. Aunque no sólo. Porque cabe pensar que, si un día ganan los demócratas, las reacciones de los atribulados transeúntes ante las provocaciones de nuestro supuesto periodista kazajo no variarán demasiado. Deep America es Deep America.


Y así, el dúo Sacha Baron Cohen/Larry Charles recorre las barras y las estrellas a ritmo de heavy metal y de música tradicional eslava, en un viaje que le lleva de Nueva York a California.


Gracias al talento bestial (en toda la literalidad de la palabra) de este bufón inglés – y judío – , la todopoderosa Fox ha podido distribuir a nivel mundial esta especie de cruce entre el reportero dicharachero de Michael Moore, el Torrente de Santiago Segura, Cocodrilo Dundee y las animaladas de series de la televisión estadounidense como South Park o Jackass. Corrección: la distribución no será a nivel mundial. En Kazajistán no se estrenará Borat, la película.


No sólo eso, sino que el mismísimo presidente de la antigua república soviética, Nursultan Nazarbayev, protestó oficialmente contra los productores ante su homólogo de la Casa Blanca por la imagen desastrosa que la película proyecta de su país. Posteriormente, el Gobierno kazajo contrató decenas de páginas de publicidad en diarios estadounidenses para tratar de dulcificarla.


Hay que decir que esa imagen es realmente delirante. La película arranca con el bueno de Borat enseñando al espectador su pueblo y presentando a sus vecinos y a sus familiares. Su amigo es violador. Su hermana es prostituta. Él pasa el tiempo disparando a perros. Su esposa le odia, él odia a su esposa. Las mujeres no pueden ni conducir ni votar. Todos se la tienen jurada a los judíos y a los vecinos de Uzbekistán. En el salón de la casa donde vive Borat, junto al equipo de DVD y de alta fidelidad, hay una vaca enorme mirando tan tranquila por la ventana. Todo es cutre, todo es sucio, todo es infame.


Siguiendo el encargo de su Gobierno de captar en forma de reportajes periodísticos toda la idiosincrasia de la primera potencia mundial, Borat hace de todo. Se entrevista con feministas que acaban hartas de él, visita un rodeo tejano, donde acaba cantando el himno kazajo y dando vivas a Bush por la guerra de Irak, se cuela en una multitudinaria reunión de predicadores ultras, se emborracha en una roulotte con estudiantes pijos, trata de besar en la boca a la gente por la calle, corretea en pelotas por los pasillos de un hotel de lujo y… se enamora perdidamente de Pamela Anderson, a quien intenta secuestrar para casarse con ella. Pero ella sale disparada. Es una de las secuencias cumbre de la película.


Perlas


«En una mujer busco que no se sea demasiado retrasada y que sepa manejar el arado». «Yo apoyo las protestas del Gobierno de Kazajistán contra ese maldito periodista judío». «¿Qué arma me recomienda para matar judíos?». «Es absurdo que las mujeres puedan votar y los caballos no». Son algunas de las perlas de Borat Sagdiyev en su salvaje periplo americano.


Hace tiempo que Sacha Baron Cohen parió tres personajes en su show televisivo de Channel 4 (exportado a la cadena estadounidense HBO). Los otros dos se llaman Ali G (un rapero bobo y vociferante) y Mario (un reportero de moda homosexual y un poco fascista). Ambos han entrevistado a una interminable serie de personajes de altura, entre los que se encuentran Gore Vidal, Noam Chomsky o Buzz Aldrin. Pero Borat es sin género de dudas su hijo predilecto. El hijo zafio, grosero, desternillante y querellable que ha catapultado a la fama mundial a este bufón televisivo. Dios salve Kazajistán.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)