Le Pen «dulcifica» su ultraderecha

El Frente Nacional cuenta, en su carrera para llegar al Elíseo en 2007, con una intención de voto superior a la de 2002

La Razón, 13-11-2006

Javier Gómez

París – «Hoy son los jóvenes árabes los que controlan la calle. Salen de
los barrios pobres y reclináis vuestros rostros ante los suyos. Sus
andares exagerados destruyen la tranquilidad de las avenidas Charles de
Gaulle. Llenan su trayecto de invectivas. Silban a las francesas, las
árabes laicas, las negras gráciles, pero sobre todo a las blancas». Con
esta apocalíptica visión comienza uno de los libros del año en Francia,
«Suplemento de novela nacional», finalista del premio Goncourt, escrito
por un chaval de 28 años que se dice de izquierdas. Por frases parecidas,
al ultra Jean Marie Le Pen, líder del Frente Nacional (FN), le han caído
varios procesos judiciales.
La diferencia entre la Francia de antes
y la de ahora, tras 20 años de crisis social y política, es que ya no es
sólo el FN quien articula ciertos mensajes. En 2006, fue la socialista
Ségolène Royal quien exigió disciplina en las aulas. O el aspirante
conservador, Nicolas Sarkozy, quien reclamó prohibir en la UE las
regularizaciones de inmigrantes. El FN ha bautizado esta situación como la
«lepenización de los espíritus» y su campaña no deja lugar a dudas:
«Inmigración, explosión de los suburbios… Le Pen ya os avisó».
«Antes se nos acusaba de extremismo. Hoy, la gente de izquierdas, de centro
y de derechas utiliza nuestro mismo lenguaje. Los electores preferirán el
original a la copia», opina el viejo dinosaurio populista, que la próxima
primavera encabezará, con 78 años, al FN, en su quinta tentativa al
Elíseo. Muchos empiezan a preguntarse si el seísmo de 2002, cuando Le Pen
desbancó a la izquierda y entró en la segunda vuelta, se repetirá en 2007.
El interesado está convencido, como explicó en la convención presidencial.
Las encuestas otorgan a Le Pen una intención de voto del 12%, cuatro puntos
por encima del 8% que esgrimía en octubre de 2001. Siete meses después, se
hizo con el 16,8% de los sufragios y se convirtió en la segunda fuerza
política. Si la evolución se repite, conseguirá más del 20% la próxima
primavera.
El líder ultranacionalista sostiene que puede alzarse con
la jefatura del Estado si consigue enfrentarse en el segundo turno al
candidato de centroizquierda. «El terreno político le es sin duda aún más
favorable que en 2002: la inmigración y la inseguridad serán los dos
puntos clave de la elección», estima el director general de la empresa
demoscópica Ipsos, Paul Giacometti.
Con esta perspectiva, y de
cara a ganarse la confianza de los abstencionistas y los votantes de
centroderecha, el FN ha orquestado una estrategia de «dulcificación» de su
imagen y «normalización» de sus propuestas. La directora de esta
metamorfosis es la hija del gran capitán, Marine Le Pen, 38 años, empeñada
en que su padre, otrora fiero y vociferante candidato que ocultaba su ojo
de cristal con un parche, parezca ahora un benevolente abuelo de la
Francia profunda.
Los nuevos dirigentes del FN, modernos, bien
vestidos y sin el aura rancia de sus dirigentes de antaño han convencido a
su líder de que, atrincherado en posiciones ultramontanas, nunca llegará
al poder. La cocina del partido trabaja en la construcción de un programa
«coherente» y «creíble». La prueba fue la visita para ser entrevistada de
Marine Le Pen, vicepresidenta del FN, un partido que siempre ha caminado
por el filo de la xenofobia, a la emisora a BeurFM, radio magrebí
francesa. Antiamericano, con retazos de antisemitismo y arabista de
puertas hacia fuera, el FN está convencido de poder rastrillar votos entre
la población inmigrante. Y ha callado sus otrora feroces críticas a la
islamización. Donde antes primaba el cierre de fronteras con candado,
ahora cabe el «codesarrollo» con los países africanos. En un programa que
era un compendio de críticas y silogismos simplistas, ahora se incluye un
modelo de reforma de las pensiones y de la Seguridad Social.
Pero Le
Pen sigue tendiendo al monte del que nunca ha bajado. Recientemente,
proclamó que Francia vive bajo el riesgo, «en un plazo más o menos breve,
de una guerra civil y enfrentamientos violentos». ¿Conseguirá el
maquillaje disfrazar al lobo de cordero?

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