Utica, la ciudad milagro de los refugiados

La localidad neoyorquina de 65.000 habitantes acoge a inmigrantes obligados a abandonar su país

La Razón, 13-11-2006

Marta Torres
NUEVA YORK – Suena el himno americano. Preside la honorable juez Bernadette
T. Romano en la ceremonia de naturalización de más de sesenta inmigrantes
en la localidad de Utica (Nueva York). Es el último paso antes de dejar su
país, su bandera y su himno atrás. La mayoría son refugiados. Bielorrusia,
Vietnam, Irán, Bosnia, Afganistán, China. Es el acto en el que reniegan de
sus países para jurar lealtad a EE UU. No dan saltos de alegría, pero por
fin están tranquilos y muy emocionados. Utica es una ciudad de 65.000
habitantes, que tradicionalmente ha acogido a los inmigrantes. Uno de cada
seis de sus residentes es extranjero. Es el lugar perfecto para que los
refugiados comiencen de nuevo. Vienen de campos de refugiados. Atrás han
dejado su casa, la misma que han tenido que abandonar porque su vida
corría peligro.
Antonia Brutskaya es de Bielorrusia. Tiene 76
años, pero ha demostrado que incluso a su edad se puede empezar de nuevo.
Apenas habla inglés. Llegó a EE UU hace 7 años. Le trajo la persecución
religiosa. Mariya Brutskaya, de la misma zona que Antonia, explica su
historia: «Somos del mismo pueblo. Yo llevo aquí 16 años, Antonia, 7. Su
familia está por allí [señala con el brazo a un grupo de personas]. Allí
[por Bielorrusia], sí decías que creías en Dios, podías ir a la cárcel. No
está mal la situación. Hay otros sitios peores, pero es mejor estar aquí».
Tras jurarle lealtad a EE UU, ya son estadounidenses. La jueza no puede
evitar emocionarse, mientras mira sus caras y se le escapan unas lágrimas.
«Yo soy de familia de inmigrantes. Mis abuelos eran italianos y vinieron
tras una oportunidad. Y ahora su nieta preside esta ceremonia donde da la
bienvenida a inmigrantes».
Al acabar la ceremonia, Mirza
Causevic, de Bosnia, reconoce que «bueno, ahora a trabajar». En cambio,
Bernadette no tiene prisa. Se hace fotos con todos los familiares y los
nuevos americanos que se lo piden. Hacen cola. Van más de una docena de
fotos, pero ella no pierde la sonrisa, mientras les saluda y les abraza.
Es una de las paradas en su proceso de integración en EE UU.
El
alcalde de Utica, Tim Julian, admite que «Utica es uno de los mejores
sitios a los que puede venir un refugiado. Es tranquilo, hay alta calidad
de vida. Con unos ingresos de 23.000 dólares, hay más que suficiente y su
tradición en acoger inmigrantes sólo hace que el único incoveniente sea el
frío del duro invierno. Sé que para algunos refugiados de África y Asia, a
veces, se hace insoportable», apunta.
Unas de las primeras
caras que vieron las 245 refugiados que llegaron a Utica en 2005 fue la
Peter D. Vogelaar, director del Centro de Refugiados Mohawk Valley. Peter
admite que «hay que vienen muy asustados. Nosotros los proporcionamos toda
clase de apoyo». Les buscan su primer apartamento y una vez que han pasado
la primera fase de adaptación les ayudan a encontrar trabajo. Pero hay
otras muchas cosas que tienen que superar antes. «Les ayudamos a
organizarse en su casa. Hay gente que ha vivido años en campos de
rufugiados y necesita que le ayuden a hacer la compra. Van al supermercado
y para comprar cosas para el desayuno ven 100 marcas diferentes de
cereales». También les hacen test y si detectan algún problema
psicológico, les remite al hospital.
Yevgeniy Klyoachko es de
Ucrania y lleva 9 años en EE UU. Trabajan en una fábrica de 70 personas de
piezas para autobuses. Su jefe reconoce que «lo hace bien con su máquina.
No habla mucho, pero tampoco lo necesita. Era ingeniero. Poco a poco,
cuando se haga con el inglés, le daremos otras cosas».

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