Revolución por emigración

La Voz de Galicia, 12-11-2006

DOUGLAS North consideró las emigraciones campesinas medievales como la causa motriz de la caída del feudalismo. En la huida de la prepotencia de sus señores, los siervos más dinámicos roturaban los bosques de las nuevas tierras, estableciendo asentamientos que consolidaron la entidad demográfica y expansión moderna de Europa. Otros marginados repoblarían América, convirtiendo este planeta en una aldea global, una economía mundo y a su hemisferio norte en el paradigma de la democracia, y el salvavidas de Europa ante el naufragio por sus crónicas guerras civiles.


Las emigraciones están cambiando la faz de todos los países. En Hispanoamérica es prácticamente la única salida para los ciudadanos más dinámicos y dignos ante unas clases dominantes que han hecho de la corrupción su botín de cada día. En el mundo árabe y el África subsahariana, la emigración es la meca socioeconómica de todos los desposeídos. Tienen unas clases dominantes impresentables, ancladas en el tribalismo rapaz, la fuerza expulsora de su pueblo trabajador. A base de sangre, sudor y pateras cambiarán secularmente sus países de origen, como también los de destino.


Hoy España, aunque no Galicia – ahí está nuestra verdadera diferencia identitaria – , se ha convertido en el país de tamaño medio con mayor tasa de inmigración. Europa sigue siendo referente destacado y la Europa Oriental, antaño el paraíso del socialismo real, la cantera de los flujos emigratorios. Es tan intenso el vaciado de los corrompidos y mal gobernados países del Este que sus élites implacables están recurriendo a la inmigración china, otro viejo paraíso de socialismo anticapitalista, para que sustituya a su pueblo emigrado en los trabajos de bajos ingresos. Los nuevos autócratas chinos regularon torpemente la natalidad, cuando con sus emigrantes podían conquistar el mundo, y ahora no tienen mujeres con las que consolar a su agresiva camada de brókeres poscomunistas de la costa Este. Mientras que se despuebla el rural en medio de la desolación de los mayores, sin fuerza socioeconómica ni el poder limitado del voto jubilado.


El mayor cambio secular del siglo XXI provendrá de los movimientos migratorios. Las democracias europeas no se reproducen y sus habitantes serán reemplazados por la nueva savia. En Galicia el problema es mayor, ya que además de la caída de la natalidad, apenas hay inmigración. La alternativa es simplemente el envejecimiento y la despoblación. De ahí que se deba sugerir a nuestros señores del Nuevo Estatuto que – al igual que otras autonomías – incluyan en ese documento salvador una garantía, índice o cupo de reparto obligatorio de emigrantes en España para esta esquina Finisterre. Simple sentido común: el mundo cambiando por la vorágine migratoria y nosotros discutiendo el idioma e identidad de la decadencia. Sentidiño, por favor.

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