EL MUNDO QUE VIENE / GUY VERHOFSTADT

EL MUNDO QUE VIENE / GUY VERHOFSTADT: «La solución para España es convertirse en una federación como Bélgica»

El Mundo, 28-10-2006

ESE NIÑO’, COMO LE LLAMABAN SUS ADVERSARIOS, HA CRECIDO COMO PRIMER MINISTRO BELGA Y SE HA HECHO MAS SOCIAL, MAS ECOLOGISTA Y, SOBRE TODO, AUN MAS EUROPEISTA. EL PASADO MIÉRCOLES PRESENTO EN MADRID SU LIBROLOS ESTADOS UNIDOS DE EUROPAPARA DEFENDER UNA UNION EUROPEA FEDERAL


CARGO: Primer Ministro de Bélgica / EDAD: 53 años / FORMACION: Licenciado en Derecho / AFICIONES: Fanático del ciclismo y del vino tinto (italiano) / CREDO: El optimismo es un deber moral / SUEÑO: Que los Estados Unidos de Europa se conviertan en una realidad


Sólo un policía con aire despistado guarda la entrada del palacio del primer ministro en el único tramo de rue de la Loi – una hilera gris de bloques anónimos, la mayoría de la UE – animado por edificios neoclásicos de muros coloreados. Basta empujar las puertas de cristal, sin ningún control de seguridad, y pasar una recepcionista que no hace preguntas, ocupada con un teléfono en cada oreja, para subir la escalera enmoquetada y conjuntada con los recargados frescos del techo y encontrarse ante el despacho abierto del premier. Sentado en mangas de camisa detrás de la trinchera de torrecitas de libros en su mesa y bajo el retrato de unos campesinos romanos, Guy Verhofstadt contesta mensajes en un móvil de discretísimo timbre – apenas un clic clic, que él responde con un «hallo» neerlandés o un «allô!» francés.


Tras ocho años como líder del Gobierno belga, aún le queda algún retazo de su apodo de baby Thatcher: tal vez, el núcleo de sus ideas liberales, pese a sus coaliciones con los verdes y los socialistas, o la sonrisa algo adolescente, síntoma de una juventud unida a su carrera política desde que se convirtió, a los 29 años, en presidente del partido liberal flamenco y, a los 32, en vice – primer ministro. Práctico y eficaz, ha aprendido a hacer equilibrismos para dirigir un país fracturado entre la Flandes de los diamantes y la Valonia de las minas abandonadas. Su Gobierno reconoce las dificultades de los últimos meses, con la crisis económica, los escándalos de corrupción de los socialistas y la mezcla explosiva de crimen e inmigración (los recientes asesinatos de una africana, a manos de un ultraderechista, y de un adolescente, a manos de un polaco que quería robarle el iPod, han marcado a la opinión pública belga).


Él mismo peligra en las elecciones legislativas de la próxima primavera, con su partido reducido a la cuarta fuerza política en los comicios municipales del 8 de octubre. Aún así, Verhofstadt insiste en el optimismo como cura para sí mismo y para Europa, por cuya unidad apuesta – con un Ejército, un sistema de impuestos, un Gobierno y un presidente de verdad, elegido en elecciones parlamentarias europeas y al menos para los países de la zona euro – en tiempos en que hacerlo es impopular.


PREGUNTA. – En su libro Los Estados Unidos de Europa [editorial Universidad de Santiago de Compostela] aboga por una verdadera federación política para la UE cuando hasta los viejos Estados miembros, como Francia y Alemania, dudan de la política común. ¿La tendencia no es la opuesta a su ideal?


RESPUESTA. – Es cierto, hubo un cambio después de los referendos en Francia y Holanda hacia una Europa intergubernamental con competencias más limitadas y menos políticas comunes. Pero también frente a la crisis de los años 50, cuando la Asamblea francesa vetó la Comunidad Europea de Defensa, algunos líderes políticos levantaron la voz y apostaron por no dar marcha atrás en la integración. En aquellos años, ofrecimos una comunidad europea como respuesta a la crisis y ahora tenemos que hacer lo mismo. Es difícil adaptarse después del no a la Constitución y los líderes están teniendo la típica reacción política. Pero hay que atreverse a presentar proyectos más ambiciosos para avanzar de verdad. La respuesta a la crisis no puede ser menos UE, sino más y mejor UE. Después de los debates de estas semanas con Barroso, Villepin y Merkel, creo que, si no se puede ratificar la Constitución, por lo menos debemos hacer una cosa muy simple: eliminar la regla de la unanimidad. Si se puede hacer sólo una cosa, introduzcamos la mayoría cualificada en todos los campos donde la UE es competente para convertir esta federación un poco dudosa en una federación real. Lo peor sería no hacer nada o empezar una discusión eterna sobre un mini – tratado, que costaría aprobar, en cualquier caso, por lo menos cinco años. EEUU eliminó la regla de la unanimidad en el siglo XVIII y ése fue un gran paso. Tomar esta decisión es imprescindible para nosotros, sobre todo en una Unión de 27, 28 o más miembros.


P. – Pero, en cualquier caso, ¿no vamos hacia una Unión más grande y con menos poderes, como quieren los británicos?


R. – Estoy a favor de la ampliación. Crea estabilidad y paz en el continente europeo y hay que continuarla hacia los Balcanes, con Serbia, Croacia, Bosnia o Kosovo. Ésta es la única manera de acabar con las dificultades de la última década. Pero sólo es posible si tenemos una federación que funcione. Si seguimos con la unanimidad, con 30 Estados miembros, la UE estará siempre bloqueada. No hay contradicción entre ampliar y profundizar si tomamos la decisión adecuada.


P. – De momento, el único plan de la UE, después del supuesto año de reflexión tras el rechazo de la Constitución, es esperar incluso hasta 2008…


R. – Periodo de reflexión es una expresión demasiado fuerte para una época sin reflexión. Vamos a escribir una declaración el año próximo para el aniversario del Tratado de Roma. Espero que tenga contenido, que no sea del tipo «nosotros, los líderes de la Unión Europea, estamos a favor de la Unión Europea». Es lo último que necesitamos. Tenemos que hacer una declaración con lo que podemos ofrecer a la opinión pública. Estaría bien incluir esta idea del fin del voto por unanimidad.


P. – ¿Por qué falta ambición y voluntad política en la UE?


R. – Hay dudas porque algunos líderes ya no creen en la idea de la UE. No es popular hablar sobre Europa. Aunque los resultados negativos de los referendos no fueron una expresión de la opinión pública contra Europa, sí reflejan la ansiedad sobre el futuro, la globalización, el fontanero polaco, los textiles chinos… El problema es que los ciudadanos no ven en la UE una organización internacional que dé respuesta a su ansiedad, porque la Unión no tiene ninguna política coherente respecto a la globalización. Para reaccionar, necesitamos política común en impuestos, reformas fiscales y pensiones, es decir, la estrategia económica y social que nos falta. La Agenda de Lisboa no sirve, porque sólo marca unos pocos objetivos con plazos y no es un plan de convergencia similar al Pacto de Estabilidad como cuando creamos el euro. Siempre que desarrollamos una política común, como la de Defensa, la gente está de acuerdo, incluso en Reino Unido. No hay más que ver las misiones en el Congo y el Líbano: la política común está funcionando porque tenemos un plan coherente.


P. – ¿En la cumbre de Riga (Letonia) de la OTAN que se celebrará el mes que viene se va a oponer al plan de dejar a la UE sólo con la parte civil de las operaciones y a la OTAN con la militar?


R. – Quiero una OTAN fuerte con dos patas. Si tienes una superpotencia y un bloque donde los Estados están duplicando las capacidades dentro de la UE, el resultado es mucho menos eficaz. Los 25 en su conjunto gastan el 55% del presupuesto del Pentágono en Defensa, pero sólo tienen el 10% de la eficacia del Ejército estadounidense. Si elimináramos la duplicación del trabajo, ganaríamos en eficacia y también ganaría la OTAN. EEUU tendría una pareja más efectiva y fiable. No veo que haya una oposición entre un sistema europeo de Defensa y la UE. No me gusta la idea de una división de lo civil y lo militar. Está claro que en el Líbano y el Congo estamos haciendo mucho más que una labor civil.


P. – ¿Y cómo encajan los ataques de proteccionismo de Francia contra Enel y España contra E.ON en su ideal de una Europa más unida?


R. – Soy muy práctico en estos asuntos. Para mí, lo que importa son los precios y la calidad para los consumidores. Aunque creo que necesitamos compañías energéticas europeas más fuertes, porque es la única manera de ser más independientes respecto a los países que manejan los recursos. Pero tiene que haber competencia. Estoy a favor de que Suez y Gaz de France se unan, pero he pedido condiciones para Suez [es medio belga] en el sector del gas de modo que haya suficientes productores en Bélgica. Lo que me importa es la competencia, no la nacionalidad de quién haga el trabajo, da igual que la empresa sea española, italiana o alemana.


P. – Usted ha tomado la decisión de jubilar sus centrales nucleares, ¿no teme crear así más dependencia del exterior? ¿No se arrepentirá un día como Felipe González?


R. – En este momento, no voy a cambiar la decisión. En el plan, cabe la posibilidad de parar todo el proceso si hay problemas de abastecimiento eléctrico. No excluyo que haya más debates sobre esto, pero, de momento, el Gobierno belga no tiene intención de cambiar.


P. – Y hablando de energía, ¿qué sacó de la cena con Putin en Lahti la semana pasada?


R. – Tuvimos una discusión abierta sobre política y energía. Creo que el problema de la UE es que tiene una actitud demasiado defensiva en este tema. Ya sólo hablamos de los gasoductos rusos. Una actitud más ofensiva pasaría, por ejemplo, por diversificar más las fuentes energéticas. Podríamos concentrarnos en importar gas líquido, que se puede transportar fácilmente desde Nigeria o Egipto. Es una buena alternativa, pero, en lugar de eso, sólo hablamos de cómo Europa puede invertir en los gasoductos rusos.


P. – ¿Fue tan incómodo el encuentro con Putin?


R. – Fue una discusión muy abierta y franca sobre Derechos Humanos, asesinatos, Georgia y energía. Está bien, de vez en cuando, que los líderes europeos y el presidente ruso tengan ese tipo de discusiones.


P. – ¿Cómo puede la UE tener como aliado político a alguien que bromea con la violación?


R. – Putin no repitió el comentario [dijo «envidiar» al «machote» del presidente israelí, acusado de violar a 10 mujeres] de ninguna manera cuando estábamos allí. Creo que es más importante la discusión que tuvimos sobre la sustancia. No estábamos para bromas esa noche en Lahti.


P. – ¿Por qué Turquía y no Rusia en la UE? Victor Hugo mencionaba a los rusos en el discurso sobre una futura federación europea que a usted le ha inspirado…


R. – Debemos atenernos a los criterios de Copenhague para futuras ampliaciones. No será un problema mientras nos adaptemos. Lo que no podemos hacer es seguir trabajando como si fuéramos seis, 10 ó 12 mientras la situación en la práctica es muy diferente. La Federación Rusa es un continente en sí mismo.


P. – ¿Vamos hacia una crisis con Turquía y a la ruptura de las negociaciones de adhesión en noviembre?


R. – Lo que tenemos que hacer es buscar una solución política para Chipre. Es una pena que no funcionara el plan de la ONU, pero ése tiene que ser ahora nuestro objetivo. Es imposible tener dos Estados miembros con este conflicto. La UE tiene que desempeñar un papel más activo para encontrar un acuerdo sobre Chipre.


P. – ¿Cuáles son las fronteras de Europa? ¿Es un concepto cultural, geográfico o político?


R. – Es sobre todo político. Queremos crear una federación política, porque es la única manera de actuar si quieres que Europa juegue un papel en el mundo, si quieres ser una potencia mientras la India, China y Japón se expanden. Siempre digo que sólo hay países pequeños en Europa: están los que lo saben, como nosotros, y los que todavía no lo saben.


P. – ¿Se imagina a Bélgica como un solo país unido dentro de 20 ó 30 años?


R. – Sí, federal. La mayoría de la gente quiere continuar con lo que tenemos. No vamos a cambiar por un grupo de extremistas que quieren romper nuestro modelo. Bélgica es un pequeño laboratorio de Europa, con diferentes culturas, diferentes tradiciones, diferentes lenguas y un marco federal que funciona. No ha habido muertos, sólo debate político. ¿Por qué no algo así para Europa?


P. – ¿Para España?


R. – Sí, claro que España podría hacer algo como Bélgica, y ya está yendo en esa dirección.


P. – ¿Reconoce las mismas reivindicaciones de su país?


R. – Sí, el federalismo está ahí. Junto con la democracia, es la forma básica de organizar una sociedad y un Estado. Es la única manera de conseguir diversidad y unidad con el respeto a las tradiciones y a las lenguas.


P. – ¿Así que, según usted, la solución para España es convertirse en una federación?


R. – Sí, los Estados federales tienen resultados realmente buenos. No hay más mirar a países como Canadá y Estados Unidos…, ambos federaciones.


LA CUESTION


- ¿Permitiría EEUU que la UE tuviera su Ejército al margen de la OTAN?


- Creo que vamos por buen camino. Cuando lanzamos la Política Común de Defensa hace tres años, hubo muchas críticas, pero ahora está funcionando. Ha habido elecciones en el Congo en parte gracias a nuestra presencia. Vemos los avances en Oriente Medio, en el Líbano o en Irán, donde también se ha puesto en marcha una gran fuerza común europea. Estamos mucho mejor ahora. Todavía me acuerdo de la cumbre de Barcelona, hace cuatro años, con Chirac y Blair, cuando queríamos hablar de Irak y los dos decían «no es posible, no tenemos un punto de vista común». Ése era el tipo de política exterior que teníamos entonces. Ahora estamos de acuerdo en una política respecto a Irak y mandamos tropas al Congo y al Líbano: vamos en la dirección correcta. A Estados Unidos también le conviene tener un aliado más efectivo y del que se pueda fiar. Y una UE que no desperdicie energías, y que no duplique los esfuerzos dentro de sus Estados, es la única forma de reforzar la OTAN.


«No creo que el velo sea un problema en la sociedad europea»


¿Ha subestimado Europa el reto de la inmigración musulmana?


- Hay que seguir trabajando para la integración, mejor que en el pasado. La situación belga no es comparable con la de Francia, donde los inmigrantes están completamente separados del resto de la población. El problema requiere una labor diaria. Hay que dar más oportunidades a esta gente para que se adapte mejor a los valores del lugar donde vive.


¿Está fracasando el multiculturalismo?


- No, yo sigo creyendo en él. Es decir, una vez que hayas aceptado los valores democráticos mínimos comunes, debes poder expresar tu identidad.


¿Está de acuerdo con el ex ministro británico de Exteriores, Jack Straw, refiriéndose al velo como un elemento de separación?


- ¿Y que diría de esto? [se levanta la corbata y la señala] No sé. Sería diferente si habláramos del burka en Afganistán, donde es una cuestión dramática, pero no creo que en Europa éste sea un tema básico. No me impresionan demasiado los argumentos sobre la ropa. Respecto al velo, no me parece que la manera de vestir sea un problema en nuestra sociedad, pero tal vez sea porque soy un liberal.


Pero sí tiene un impacto en la gente y en sus miedos, gracias a los cuales la extrema derecha mantiene su éxito en Bélgica…


- En las últimas elecciones municipales no avanzaron como se esperaba, y en las grandes ciudades incluso perdieron.


Pero el flamenco extremista VB sigue siendo el segundo partido en votos…


- La extrema derecha es una fuerza en toda Europa. En estas elecciones aprendimos una gran lección. Cuando lanzas un mensaje positivo de proyectos en las comunidades locales, puedes pararlos. Hay una respuesta democrática a lo que dicen, no es necesario copiar lo que hacen.


¿Está de acuerdo en el análisis de que los malos resultados de su partido se deben a la percepción de inseguridad entre la gente?


- Nuestro análisis es que donde los candidatos fueron positivos, ganamos. Y donde se dedicaron a criticar, perdimos. Es más una cuestión de estilo que de sustancia. Vencimos en 80 localidades y nos derrotaron en 200, donde fuimos más negativos. El liberal es un proyecto positivo y, si te olvidas de eso, pierdes.


¿Va a rehacer su coalición sin los socialistas, vistos los escándalos que les afectan?


- Hay que esperar al resultado de las elecciones y ver cómo reaccionan los ciudadanos a los últimos ocho años. Eso es la democracia.


¿Qué hará cuando deje el Gobierno? ¿Presidir la Comisión Europea? ¿Relajarse en su villa en Toscana?


- De momento, mi único plan es ser reelegido primer ministro.

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