La cumbre europea de Lahti vuelve a relegar la inmigración a un segundo plano

El Mundo, 19-10-2006

La UE tratará en Finlandia de avanzar en los acuerdos energéticos con Rusia y no ofender demasiado al invitado estrella de la reunión, Vladimir Putin, con las críticas a su régimen Hace ahora un año, José Manuel Durao Barroso decía en una entrevista a este diario que la inmigración es «un problema europeo que requiere una respuesta europea». Ayer, el presidente de la Comisión pronunció palabras idénticas en vísperas de una cumbre de la UE, que, de nuevo, relega esta crisis a una breve discusión.


La reunión de jefes de Estado y de Gobierno de mañana en Lahti, en Finlandia, que preside a los Veinticinco este semestre, tampoco será la cumbre de la inmigración, como se prometía en verano, y se concentrará, en cambio, en cómo no molestar demasiado al invitado estrella, el presidente ruso, Vladimir Putin, por el asesinato de la periodista crítica Anna Politkovskaya y de la disputa con Georgia.


Los líderes de la UE debatirán su dependencia energética del exterior – las importaciones, la mayoría rusas, ya suponen el 50% del consumo medio europeo y el 70% del español – y la necesidad de modernizar el Viejo Continente. En medio, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero tocará al final de la comida, como explica el primer ministro finlandés, Matti Vanhanen, el problema de la inmigración y presentará alguna propuesta.


Sin embargo, según la presidencia de turno, «éste no es el lugar para tomar decisiones». A pesar de la urgencia en las costas del Sur de Europa, el embajador finlandés ante la UE, Eikka Kosonen, justificó ayer el poco espacio dedicado a la crisis, porque «no es posible considerar todos los asuntos al mismo tiempo» y la inmigración no se puede tratar como «un argumento principal» en esta cumbre informal. El tema volverá, en teoría como protagonista, en el cónclave de la UE en diciembre.


Finlandia tiene suficiente con la incómoda cena con Putin, justo cuando la muerte de Politovskaya vuelve a poner en cuestión las garantías de la democracia rusa y el aislamiento de Georgia como represalia a la detención de cuatro oficiales de Moscú abre una nueva crisis en el Cáucaso.


La obsesión finlandesa es impedir que los líderes intervengan en una discusión acalorada y estallen las diferencias entre los miembros del Este – críticos con el Gobierno Putin – y sobre todo Alemania, por sus acuerdos bilaterales energéticos con Rusia, como la construcción de un gasoducto que da un rodeo por el mar para no pasar por Polonia.


«Debemos usar el tiempo para expresar un mensaje conjunto más que visiones individuales», explicó Kosonen. Entre los que sí hablarán, se encuentra Barroso, quien ayer aseguró que se deben «afrontar todos los temas, incluyendo los Derechos Humanos, el Estado de Derecho, sobre todo la libertad de expresión» y evitar un «coro discordante».


La estrategia de la Unión, nada fácil de aplicar, es separar el debate democrático del interés mutuo de Rusia y los Veinticinco en sus relaciones energéticas. «Rusia necesita nuestros mercados», insiste el primer ministro finlandés. Bruselas espera que Moscú explique «cómo piensa desarrollar su sector energético», especialmente después de que el monopolio estatal Gazprom decidiera cerrar el yacimiento de gas de Shtokman, el mayor del mundo, a las empresas comunitarias.

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