Bachilleres de 70 años

Más de 85.000 personas acuden cada día a los centros de enseñanza para

La Razón, 15-10-2006

Madrid – Apolinar tiene 76 años y está estudiando 3º de BUP. No, no se
trata de un error tipográfico, desde hace años es un alumno destacado en
el Centro de Educación para personas adultas (CEPA) de Pozuelo de Alarcón.
«Vengo para recordar lo que pueda y a aprender, porque luego se olvida»,
asegura este antiguo técnico de Unión Fenosa jubilado desde hace once
años. «Casi ni fui al colegio y ni mucho menos lo terminé», explica
Apolinar.
   Como él, muchos mayores se acercan hasta los CEPA para
recuperar unos estudios que por las circunstancias o el trabajo se vieron
obligados a abandonar. Junto a Apolinar, en clase, hay también muchos
productos del llamado fracaso escolar: «Son chavales que a los 18 años han
dejado el instituto sin acabar y a los 19 vienen aquí a por el título
porque se han dado cuenta de que lo necesitan», explican Laura Gómez,
Concha Tejeda y Paloma Sánchez, profesoras del CEPA de Pozuelo.
   Crecimiento personal
   «Estar quieta me espanta, por
eso vine aquí cuando crecieron mis hijos, tenía que hacer algo», ríe
Encarna, otra de las alumnas del CEPA que no necesita ningún título, pero
acude a cantar con el coro, al grupo de teatro y a clases de ortografía.
Pertenece al otro grupo de alumnos de los centros de adultos, aquellos que
buscan el crecimiento personal a través de los cursos ofertados. «Al
principio sólo quería cantar, ahora también doy clases de informática, que
me encanta y cada vez quiero saber más», cuenta Mayte, restauradora de
muebles y bajo en el coro.
   La historia, las matemáticas y las
ciencias conviven aula con aula con la plástica, la astronomía o internet
en estos centros que se convierten en auténticas universidades del tiempo
libre. «Estoy mucho mejor aquí escuchando para que se me quede lo que
pueda, que por la calle o en casa sentado en el sofá», sentencia Apolinar.
   «Venir aquí me sirve de terapia, vengo para aprender lo que me apetece de
manera divertida y cada clase es como una gran familia», comenta Encarna.
Su tocaya, Encarni, compañera del coro llama la atención sobre algunos
alumnos muy mayores. «Algunas personas tienen problemas de huesos y
dolores pero aún así vienen todos los días para aprender a sumar mejor, a
pintar», recuerda.
   Ángela Klein, su directora de coro, recuerda
que empezaron siendo sólo diecisiete mujeres. «Muchas decían que no habían
cantado nunca porque creían que lo hacían mal, pero aquí no pretendemos
ser el Orfeón Donostiarra», ríe. Ahora el coro está formado por 50
mujeres, porque sólo se apuntaron tres hombres que no siguieron en él.
«Antes se admitía a todo el mundo, pero ahora tengo que hacerles una
prueba, como Operación Triunfo», señala.
   Taller de
memoria
   En Pozuelo también se imparte un taller de memoria «para
prevenir el deterioro», explican las profesoras. Además de ejercitarse la
memoria, se explican estrategias para recordar y también para olvidar.
«Hay que saber recordar y olvidar selectivamente», detallan.
   En el centro se sienten muy orgullosos de un curso que sólo se realiza
en tres CEPAS de toda la Comunidad: integración de inmigrantes mediante la
educación vial. «Les enseñamos el idioma a través del reglamento de
circulación y, además, después pueden sacarse el carnet de conducir B
- afirman, Laura, Concha y Paloma – que luego les sirve para trabajar».
   

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)