TRIBUNA: FLUJOS MIGRATORIOS JOAN LACOMBA

Inmigrantes que no esperan

El autor recuerda que mientras la ayuda oficial al desarrollo de los países de la OCDE fue en 2004 de 79.000 millones de dólares, las remesas de los inmigrantes sumaron 167.000

El País, 10-10-2006

JOAN LACOMBA
El autor recuerda que mientras la ayuda oficial al desarrollo de los países de la OCDE fue en 2004 de 79.000 millones de dólares, las remesas de los inmigrantes sumaron 167.000
“Pocos ponen en duda que la globalización está en buena medida en la base de los actuales flujos migratorios”

Las migraciones se han convertido en uno de los asuntos que atraen una mayor atención dentro de la actual agenda social mundial (La Asamblea General de Naciones Unidas acogió los pasados 14 y 15 de septiembre el Diálogo de alto nivel sobre la migración internacional y el desarrollo), en especial en las sociedades receptoras de las mismas, pero también en las sociedades en las que éstas se originan. El fenómeno nos interroga de numerosas maneras y existen pocas respuestas definitivas que nos ayuden a reducir la inquietud que genera, porque las migraciones tienen múltiples caras (posiblemente cada vez más) y porque todos (los inmigrantes y los acogedores de inmigrantes) nos movemos entre el deseo y la realidad.


Hace unos días, en estas mismas páginas, Joan Romero nos proporcionaba un detallado análisis de los déficits estructurales que están detrás de las migraciones. Él mismo nos recordaba, de acuerdo con las cifras de Naciones Unidas, que en el mundo hay alrededor de 200 millones de personas que viven fuera de su país de origen (aproximadamente la mitad de ellos mujeres), aunque no todos puedan ser considerados estrictamente como inmigrantes. No son muchos, si pensamos que a principios del siglo pasado la proporción era mucho mayor, de acuerdo con una población mundial que, es cierto, también estaba muy lejos de las dimensiones actuales. Sin embargo, todas las estimaciones apuntan a que el número de inmigrantes se incrementará significativamente en los próximos años, en la medida en que el crecimiento demográfico en los países en desarrollo no se desacelera suficientemente, que el proceso de globalización se extiende a todos los rincones del planeta y que las desigualdades entre países ricos y pobres tienden a agudizarse. En mi opinión, son estas dos últimas cuestiones las que requieren una mayor atención.


Pocos ponen en duda que la globalización está en buena medida en la base de los actuales flujos migratorios. La extensión de la economía capitalista a escala mundial ha trastocado todos los lugares y ha cambiado la vida de las poblaciones, aun sin que éstas hayan podido experimentar los posibles beneficios. Para aquellos que desde el principio han creído en las posibilidades de la globalización, la apertura de mercados y la deslocalización de empresas del Norte deberían haber servido para crear nuevas oportunidades para las gentes del Sur. Al contrario de lo esperado, no sólo se han generado nuevas fracturas, sino que la misma globalización está impulsando lo que podríamos denominar como deslocalización de la mano de obra desde el Sur hacia el Norte. En realidad, la globalización tiene un efecto movilizador de las poblaciones, pues les crea la expectativa de que en un mundo aparentemente reducido la materialización de los sueños generalizados está al alcance de la mano. A ello se une otro elemento de efecto demoledor: la desigualdad televisada. Con tecnologías de bajo coste que permiten hacer llegar la información y las imágenes a cualquier parte, es difícil que los que no tienen demasiado que perder puedan resistirse a la tentación de disfrutar de unos medios y un estilo de vida presentados como el ideal para la humanidad. Sólo así se entiende que, efectivamente, los inmigrantes no vengan por placer, pero tampoco todos ellos huyan de guerras ni de situaciones de extrema pobreza. Sea como sea, los potenciales inmigrantes no van a esperar a que las situaciones de sus países mejoren, porque ya no creen en esa posibilidad y prefieren confiar en una migración de consecuencias inciertas


Ante este estado de cosas es lógico que muchas voces se manifiesten por acelerar el desarrollo de las sociedades de origen de los inmigrantes, y otras menos por hacer viables nuevos modelos de desarrollo para el conjunto de los que habitamos el planeta. En cualquier caso, si la relación entre el desarrollo y las migraciones se plantea como mecánica y unidireccional, entonces —en las condiciones actuales— el primero tiene perdida de antemano la batalla, pues no existe la garantía de que un mayor desarrollo vaya a producir un descenso automático de las migraciones. Al contrario, en este momento buena parte de las posibilidades de desarrollo de los países de origen de la emigración dependen del éxito de esta última, a través de los envíos de dinero que realizan los propios inmigrantes. De tal manera que el año 2004 los países en desarrollo ingresaron un total de 167.000 millones de dólares en concepto de remesas, mientras que la ayuda oficial al desarrollo procedente de los países de la OCDE, y recibida por los primeros, ascendió sólo a 79.500 millones de dólares. Con ello se aleja la publicitada tentación de emplear la cooperación internacional para el desarrollo como un instrumento de freno de las migraciones, pero podemos preguntarnos si no sería posible acentuar las posibilidades de que la propia migración actuara como un factor más equilibrador y de desarrollo en las sociedades de origen. Es esta pretensión la que acompaña a la idea del codesarrollo que, aún no siendo totalmente nueva, ha sido poco experimentada y debería ser explorada con mayor decisión.


En vista de que la ayuda externa puede servir para acompañar y reforzar los procesos de desarrollo, pero no puede producirlos por sí sola, y que los procesos de desarrollo generan mejoras visibles a medio y largo plazo, mientras que la emigración puede proporcionar beneficios a muy corto plazo, quizás deberíamos confiar en mayor medida en la migración como un factor de desarrollo mutuo. Para hablar de estas cuestiones la Universitat de València y la Fundación CEIM acogeremos en marzo de 2007 el V Congreso Nacional sobre la Inmigración en España, bajo el lema Migraciones y Desarrollo Humano. Será una buena ocasión para seguir reflexionando sobre una materia cada vez más compleja, aunque sabemos que mientras tanto los inmigrantes no esperarán.

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