Nuevas fronteras

Las Provincias, 03-10-2006

MANUEL ALCÁNTARA

No les va a ir bonito a los mexicanos que tengan la inverosímil aspiración de ganarse la vida en los Estados Unidos. El Senado yanqui ha respaldado por una abrumadora mayoría la construcción de una valla, limítrofe entre dos mundos que forman parte de este, pero que no tienen nada que ver uno con otro, ya que en uno hay enchiladas y en otro hamburguesas. Los antiguos
espaldas mojadas
, en lugar de vadear el río tendrán que saltar la tapia y deberán sustituir el cayuco por la pértiga. Si Adelita se fuera con otro y lograra pasar al otro lado, habría que darla por perdida porque no podría seguirse ni por tierra ni por mar.


El siglo pasado, que además del siglo de las siglas fue el siglo de las guerras, continúa en este su insolidaria conducta. Después del telón de acero, del telón de hielo y del telón de bambú, vinieron otros más o menos impenetrables. Al muro de Berlín contribuyó a derribarlo Juan Pablo II, que quizá no fuera un eminente teólogo indiscreto, como su sucesor, pero era un atleta. Lo que se sospecha ahora es que se utilizan los cascotes de todas las fronteras abatidas para edificar unas nuevas. Ya sé que el problema de la inmigración ilegal no se resuelve sin que antes se haya solucionado el problema del hambre, pero es terrible que se amurallen países para impedirles la entrada a los pobres. Además de terrible es caro.


¿Qué puede costar una trinchera hacia arriba de 1.123 kilómetros de longitud? Pronto no podrá decirse eso de “pobre Méjico, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. Dentro de muy poco tiempo las dos cosas estarán igualmente distantes. Algo tiene que ver la urgencia de la construcción del nuevo muro con las elecciones legislativas del 7 de noviembre. La lucha contra la inmigración se ha vuelto una lucha política, pero las víctimas son siempre las mismas.

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