Tahar Ben Jelloun explora en 'Partir' el drama migratorio

El Mundo, 23-09-2006

Para el autor marroquí, huir del país «nunca es la solución» y «sólo beneficia a las mafias» Viste de amarillo y bebe café solo. Habla en español aunque nació en Marruecos y vive en París. Dice que el Islam «es un desvío, una manera de hacer política que justifica la violencia» y que, por lo tanto, no tiene nada que ver con la concepción original de dicha palabra: «El Islam prohíbe matar a otras personas y suicidarse». Se llama Tahar Ben Jelloun y considera que toda sociedad es racista por antonomasia. Al menos, de momento.


«La televisión muestra imágenes terribles pero a nadie le afectan ya. Muestran un lado, pero no el otro, y la gente no entiende nada», afirma el escritor, que acaba de publicar Partir (El Aleph/Empúries), su particular intento de explicar tan escabroso asunto. «Pensé que la novela era la mejor manera para hacerlo, porque la ficción ofrece la posibilidad de entrar en otro mundo e intentar comprenderlo», considera el autor, que ha inventado un personaje, Azel, que podría ser cualquiera de los jóvenes marroquíes que cada día se juegan la vida tratando de escapar de un país en intento de reconstrucción.


«Tratan de huir y la huida no es la solución. Partir de manera trágica y sin ningún tipo de garantía sólo beneficia a la mafia, que se aprovecha de ello y se llena los bolsillos de dinero», afirma Ben Jelloun. La mafia que sabe que las condiciones de vida en Marruecos son terribles desde comienzos de los 90. Los últimos años del régimen de Hassan II fueron devastadores. «La población estaba desesperada, la corrupción se extendía sin freno», explica el escritor. Hoy en día, el nuevo régimen trata de luchar contra ella, pero no puede construirse un mundo nuevo en un día: «La corrupción no puede eliminarse de golpe, y el nuevo rey, Mohammed VI, ha decidido ir eliminándola paulatinamente», dice.


En Partir, el joven Azel, licenciado en Derecho y soñador, está desesperado por salir de Marruecos, pese a conocer las posibles consecuencias de su viaje: un primo suyo acaba de fallecer intentando cruzar el estrecho en patera.


«Saben las consecuencias pero no quieren verlas. He hablado con familias cuyo hijo ha muerto ahogado y todavía siguen esperando una carta. Le dicen a todo el mundo que está trabajando mucho y que por eso no tiene tiempo de escribirles para decirles que está bien. Y hace dos años que su hijo murió», explica, y añade que «eso demuestra hasta qué punto las personas son capaces de vender su alma por algo que saben que no es como les pintan».


El libro también se adentra en la manera en que el fundamentalismo islámico recluta a jóvenes. La mayor parte de ellos no cree en nada antes de ser reclutados. Y luego se convierten en personas altamente sensibles a cualquier tipo de referencia a la simple palabra Islam. «El Papa ha metido la pata, pero no consigo entender la vulnerabilidad que aparenta el mundo islámico. El Pontíficie se refería a un discurso del siglo XIV y ellos se lo tomaron al pie de la letra», dice, en referencia a la polémica que puso en jaque a Benedicto XVI.


Respecto al enfrentamiento entre ambos mundos en España, el autor opina que existe una relación especial entre Marruecos y nuestro país. «Los marroquíes ven a los españoles muy parecidos a sí mismos, los sienten como muy vecinos, y no entienden por qué España mira más hacia Europa», dice, y añade que para los españoles, en cambio, los marroquíes siempre serán moros». «En este asunto hay un problema histórico que no parece tener solución, porque no hay intención de comprensión, ni por un lado ni por el otro».Un problema que Partir explora desde ambos extremos, huyendo de tópicos: «Soy un poco maniático con los estereotipos. Siempre intento darles la vuelta». Así, la novela es también una vuelta de tuerca a todo lo que creemos.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)