LA GRADA DE LOS LEONES

Las inquietudes de Zapatero

El Mundo, 21-09-2006

Por RAUL DEL POZO

Debajo de los adoquines no estaba el mar, pero sí estaba ayer el océano, debajo del terciopelo del Palacio de San Jerónimo. En las cortas tardes de los miércoles el Congreso de Diputados es el Noveno Círculo del Infierno donde el Gobierno Zapatero parece rodeado de terroristas, cayucos, islamistas y negreros. Me vi a mí mismo con pata de palo, a Sandokán, junto a Antonio Romero, que vino a presentar el Estatuto Andaluz, y al loro Silver en el hombro de Manuel Marín. El mar, con sus espumas blanquecinas, sus gaviotas errabundas, sus cofres, sus barcos de vela, como una creación divina, surcaron entre las procelosas aguas de la política.


Fui yo el primero que escribió bambi para referirme a Zapatero; luego llegó Alfonso Guerra y dijo que era un bambi de acero. No sé si Guerra emplearía aquella analogía refiriéndose a Stalin, que significa acero, pero lo cierto es que Zapatero ha purgado no a los antiguos bolcheviques que nunca militaron en el PSOE, sino a la vieja guardia felipista. No los envió a los campos de trabajo ni a los sanatorios psiquiátricos; fue alejándolos hasta las embajadas o al destierro dorado a los ideólogos y los presidentes de las nacionalidades que no apoyaron su política territorial.


Le dije a José Luís Rodríguez Zapatero en el pasillo:


- Señor presidente, con el abandono de Rodríguez Ibarra, ¿ha terminado la purga?


El presidente, con la ironía en los ojos y la mayéutica en la lengua repreguntó: «¿Tú crees que ya se ha acabado?». Y, cuando notó que me lo tomaba en serio, añadió: «Hay profundas razones para que se haya ido. Sobre todas, el derecho a descansar».


Luego, entró al Hemiciclo y era el infierno con una derecha que prepara cada miércoles un tormento, rascándose las uñas con las pústulas. El PP lleva varios días diciendo que, en pleno proceso de paz, incendian autobuses y queman camiones, pero donde más castigó el hígado del Gobierno fue en ese meteoro, esa nueva glaciación, ese cataclismo que es la inmigración. Acebes le dijo a la vicepresidenta que las duchas son pozas de agua estancada que nadie ha limpiado nunca, que los comedores están repletos de basura y de olor nauseabundo.


Los inmigrantes son hacinados como bestias. La insalubridad y violencia en los centros de emigrantes hiede en Europa; duermen unos encima de otros, sin respeto a una mínima dignidad humana. Han aumentado los homicidios, los robos y hurtos violentos y se han detectado 400 nuevas bandas criminales. «En resumen», dijo solemnemente Acebes, «con Zapatero hay más delincuencia».


Pero llegaron los piratas. Después de tantos años desguazando la nación, los vascos se quejaron de un Estado decrépito que carece de armada para proteger a los barcos atuneros. En el océano Indico, piratas bajo la sharia hasta el culo de qaad, atacan a los pesqueros. Los vascos que describe Baroja, siempre a favor de la costumbre vieja y en contra de la idea nueva, vinieron al Congreso hablando de piratas, cuando los de la kale borroka queman trenes y autobuses.


José Iñaki Erkoreka Gervasio, del Grupo Vasco, dejó de piedra a Zapatero cuando le dijo: «¿Cuándo va a adoptar el Gobierno las medidas necesarias para garantizar la protección de los buques pesqueros que faenan en el mar Indico frente a los ataques de los que son objeto por parte de los piratas que operan en aguas somalíes y en las aguas internacionales del entorno?»


Zapatero se quedó mirando al horizonte después de intentar explicar que los cañones de nuestra Armada no llegan a Malasia.

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