EL RUNRÚN

Racista el último

La Vanguardia, 18-09-2006

Manuel Trallero

¿QUÉ DEMONIOS es eso de ‘las costumbres y la cultura del país de acogida’?
Por lo visto ahora resulta que sí, que los catalanes, los buenos catalanes somos racistas como los demás, igual puede que un poquito más. El argumento definitivo, la prueba inequívoca es que casi nadie en Catalunya se declara racista. Hacen como aquella señora que afirmaba tan tranquila que ella no era racista por el contundente argumento de que “los negritos ya tienen suficiente desgracia en ser como son”. Y algo – o mucho de ello hay- cuando un político afirma que debe haber un contrato entre Catalunya y los inmigrantes para que se les obligue a “respetar los valores de la Constitución, los derechos humanos, la igualdad entre el hombre y la mujer y el conocimiento y respecto por la lengua, cultura y costumbres del país de acogida”. Vayamos por partes. ¿Los valores de la Constitución? Entre ellos, claro está, la separación Iglesia y Estado. ¿Saben ustedes dónde celebró Convergència los 25 primeros años de su existencia? En Santa Maria del Mar, una iglesia abierta al culto católico. Curioso respeto.

El señor presidente de Seat es alemán, un inmigrante. Su empresa ha recibido ayudas de la Generalitat de Catalunya. Pronunció una conferencia en Barcelona, obviamente no dijo ni una sola palabra en catalán, ni siquiera en castellano, toda fue íntegramente en alemán. Quedó claro que no entendía una sola palabra en castellano, y llevaba viviendo cuatro años en España. ¿Quiere alguien explicarme por qué a ese alto ejecutivo alemán nadie le recrimina nada y sí en cambio al recién llegado a través del cayuco? ¿Alguien puede explicarme qué demonios es eso de “las costumbres y la cultura del país de acogida”? ¿Acaso deberán saber que la Virgen de Montserrat es negra, que el Barça es más que un club, o que deben depositar sus ingresos en La Caixa? ¿Acaso les preguntarán quién era Martí i Pol, qué son las caramelles o cuál es la capital de la Segarra? Aquí, quien más y quien menos es hijo de inmigrantes; sin la inmigración, Catalunya hoy en día no existiría y gracias a los sudacasmuchos catalanes y mucha cosas se salvaron tras el naufragio de la Guerra Civil. Y hasta ahora nadie se ha tomado la molestia de promover un acto institucional para agradecerles su acogida. ¿Qué sabían los exiliados catalanes de México o de Chile, de sus costumbres, de sus culturas?

Somos racistas, perfectamente racistas porque de la inmigración hemos hecho un problema, como no hacemos con los enfermos de la gripe que desbordan los servicios de urgencias A ellos, a los inmigrantes, se les exige un contrato con Catalunya.¿Y por qué no a mí? Estamos criminalizándola mezclando en el ranking de los problemas con el terrorismo, dándole un trato preferencial, porque se trata de un tema serio como si los demás no lo fueran, que exige rigor como si el paro o la falta de vivienda no lo exigiera. Somos racistas, soy racista, yo el primero, porque queremos para los inmigrantes algo distinto de lo que queremos para nosotros: la simple aplicación de la ley, una ley para todos, sin discriminaciones. Lo que no vale es no querer tener mezquitas y retransmitir la misa de los domingos por las teles públicas, para después ponerse políticamente incorrectos.La disyuntiva está muy clara: o cambia Catalunya o ya se encargarán de cambiárnosla hasta que no la reconozca ni la madre que la parió. El sonsonete de la integración no es otra cosa que esconder la cabeza bajo del ala.

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