Migración e itinerarios de menores

«Los itinerarios y rutas de menores aparecen en el campo transnacional como nuevas formas de movilidad. Se constata la existencia de una socialización para la emigración. Aunque emigren sin acompañamiento familiar no quiere decir que lo hagan en aislamiento o que haya sido algo improvisado. Más bien forman parte de un entramado compartido transnacional en el que juega también un papel relevante el imaginario social y personal».

Diario Vasco, 09-09-2006

Los medios de comunicación nos introducen en la noticia que se ha hecho tristemente habitual de la llegada de personas que partiendo de distintos lugares de África, alcanzan puertos, playas cuando no son rescatados de la fragilidad de embarcaciones a la deriva. Se destaca la presencia de mujeres y especialmente la de menores no acompañados. A los datos de los que se hayan en los centros de acogida se suma el estremecimiento de infancias y adolescencias interrumpidas bruscamente.

De ahí la pregunta acerca de las historias que quedaron detrás y que hicieron posible el emprender un camino para una aventura tan peligrosa e incierta. Más aún cuando la sociedad europea, ante el envejecimiento de su población, centra sus atenciones, preocupaciones en niños y niñas como un bien preciado sobre el que descansa el futuro. Una visión ideologizada de la infancia que concurre en paralelo con la existencia del abandono, el maltrato. Por todo ello resulta de interés el conocimiento de enfoques actuales desde distintas disciplinas: antropología, sociología, psicología, pedagogía, centrados en la emigración de menores que aportan datos e interpretaciones de las que puedan surgir pautas para poder afrontar el problema; esta vez tomando las situaciones y expresiones de los menores como punto de partida. Ahí radica la aproximación novedosa. Nada de añadir más abandono a la situación de desamparado con la que llegan privándoles de su capacidad para contar con historias propias que resumen mundos aparte. Se les considera agentes activos y simultáneamente peones de entramados políticos, económicos, sociales más poderosos que la cortedad de las vidas que representan. Así aparecen los menores en estas aproximaciones actuales como agentes migratorios conscientes y propositivos. Sin embargo existe una distancia entre lo que los jóvenes que migran solos piensen, sus expectativas migratorias y las representaciones que se tienen de los jóvenes migrantes como si no fueran conscientes de la empresa a la que aspiran.

Cuando se trata de analizar tipos concretos de emigración no es sólo el país de partida y el de destino los que están implicados sino el más amplio de los procesos globalizadores. Así cabe pensar en la relación entre movilidad y globalización cuyas consecuencias negativas tienen su mayor incidencia en las capas más desfavorecidas de cualquier sociedad. Y desde una visión global de dichas clases, en los países menos desarrollados, menores, mujeres, mayores son los que más sufren las miserias.

Las migraciones no son ni un invento contemporáneo ni una amenaza del XXI. Han sido parte de la historia de la humanidad. Lo que varía son las características de las migraciones, sus protagonistas y también las concreciones de las razones: hambres, guerra, plagas, desastres naturales están en la base de las motivaciones principales pero cada una de ellas adquiere unas características propias. Y de hecho un mismo país ha podido ser en el pasado lugar de refugio y serlo ahora de desplazamiento, una reflexión obligada para comprender la relatividad de las relaciones de poder económico de unos u otros países. Los emigrantes actúan dentro de emplazamientos geográficos pero se ven principalmente afectados por la complejidad de sistemas nacionales hegemónicos con sus específicas estructuras económicas, políticas, culturales, religiosas y raciales.

Importa conocer el contexto que provoca la emigración ya que no corresponde a una elección vacía de contenido. Tomando como ejemplo el caso de Marruecos un aspecto a resaltar es la variable rural y urbana. El éxodo ha provocado una serie de condicionantes que influyen en la precariedad de las condiciones en las ciudades como son los núcleos chabolistas y de viviendas en condiciones de gran precariedad. Se acentúa las carencias en los servicios básicos como escuelas, centros de salud con las consecuencias sanitarias y educativas. Con los flujos rurales se incrementa el desempleo que afectando a la mayor parte de la población, repercute de manera más aguda en las mujeres, jóvenes, adolescentes y niños. Existen barrios periféricos en Tánger, Rabat, Casablanca, Larache donde la tasa de paro del 37,1% afecta principalmente a jóvenes entre los 15 y 20 años y las mujeres aportan en muchos casos mano de obra barata para empresas trasladadas de países europeos en una estrategia de deslocalización.

Los itinerarios y rutas de menores aparecen en el campo transnacional como nuevas formas de movilidad. Se constata la existencia de una socialización para la emigración. Aunque emigren sin acompañamiento familiar no quiere decir que lo hagan en aislamiento ni que haya sido algo improvisado. Más bien forman parte de un entramado compartido transnacional en el que juega también un papel relevante el imaginario social y personal.

En los casos analizados en Marruecos se constata que muchos menores han experimentado que todas las dimensiones de su cotidianeidad están influidas por las experiencias de la emigración de familiares, vecinos, amigos. Conocen los vínculos, las redes por las que pasa la información de las historias ajenas que en muchos casos ocultan las situaciones más trágicas.

Es frecuente la constatación del triunfo de aquellos que han retornado temporalmente y que han mostrado las consecuencias positivas de sus nuevas vidas. También las vueltas de los que han sido repatriados y que en muchos casos vuelven a intentarlo, aportan la experiencia acumulada de la difícil empresa. Y todo este conjunto de conocimientos sirve como cultivo para el imaginario de un proyecto de vivir un futuro mejor. En todo este entramado familiar, vecinal cabe resaltar la importancia de las redes de amistad, de iguales en la planificación de los itinerarios de los jóvenes. También recogen información de otros menores que han retornado y que describen el sistema del país con el que sueñan: centros de acogida, oportunidades laborales, obstáculos que les esperan.

Hay casos en los que cruzar el estrecho se convierte en un rito de paso de la infancia a la edad adulta. La emigración es en la mayor parte de los casos un acto social y los jóvenes emigran en grupo aunque luego aparezcan como menores no acompañados. Hace falta mucha información que se recaba y circula en las redes informales. Se pasa el conocimiento de cómo evitar que la policía los descubra, de los horarios de los barcos, de las salidas de camiones que llevan mercancía. Muchos de ellos no tienen conciencia del peligro que corren pero si tienen referencias de que la muerte es una realidad de la que tienen conocimiento porque está en la experiencia cercana.

Se piensa a veces en familias desnaturalizadas que dejan salir a sus menores como si todo sentimiento filial hubiera desaparecido. Sin embargo las familias viven la emigración de un menor con preocupación y dolor. Están pendientes de noticias aunque los menores cuando hablan, en general, dicen que están bien y tratan de ocultar los pormenores y sufrimientos.

La experiencia de la dureza de la situación de la que pueden esperar pocas salidas va unida a la experiencia compartida de personas que han salido de ella. Está la fuerza del imaginario social y su reflejo en la proyección de las necesidades y deseos personales, hace que a pesar de la dureza de la salida y de su posible fracaso, la proyección muchas veces utópica de un mundo mejor influya en la salida de menores que lo hacen de manera autónoma. De ahí la importancia de poder acceder a los conocimientos contextualizados de los menores para poder responder a la problemática crucial y específica que plantean.

(Checa y Olmos, F., Arjona,Á, Checa Olmos, J.C. (eds.) Menores tras la frontera. Otra inmigración que aguarda. Barcelona: Icaria, 2006: 17 – 50.)

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