Canela Fina. En efecto

«El efecto urna sitúa a las organizaciones políticas en el plano de irresponsabilidad que tantas veces les es propio»

Canarias 7, 09-09-2006

En efecto. No se trata sólo de una suerte efecto llamada creado por la política del PSOE como pretende el PP. Pero tampoco de un estricto efecto huida como argumentan los socialistas en ese ejercicio continuo de buenismo en el que andan inmersos con desigual fortuna. Entre una cosa y otra, entre el efecto llamada que sin duda ejercen determinadas normativas y el efecto huida que es incuestionable en la situación en la que se encuentran los países de partida, están las mafias que trafican con los irregulares, que son las que cobran en efectivo por unos servicios que llevan a la muerte de millares de compatriotas y las que siempre llevan las de ganar. Las carencias extremas del tercer mundo les ponen en bandeja una demanda incontrolable e incontrolada y la mala conciencia del primero se convierte en la engañifa de una oferta que no es tal pero tampoco deja de serlo. Tratar de truncar de alguna manera la brillante trayectoria de este negocio miserable podría ser un remedio paliativo de urgencia para mitigar la virulencia de la crisis migratoria entretanto los países ricos se intentan poner de acuerdo sobre las políticas de desarrollo que son capaces de idear, financiar y además implementar con verdadera eficacia al objeto de frenar unas desigualdades que inevitablemente se abalanzan sobre nuestro estado de la comodidad.

Pero de malas conciencias se podrían escribir enciclopedias de esas que se mueren de asco en las estanterías.  A poco que nos descuidemos socialistas y nacionalistas se enredan en una bronca sin fin sobre cuál de ellos es más realmente humanitario, tanto con los que vienen de fuera como con los que ya estábamos dentro, en la que se intuye más un anhelo de salvar el pellejo que de colaborar en la solución de un problema que ciertamente es de todos. También del PP, aunque los populares sigan en el monte vestidos con harapos, subidos a una roca, mesándose las barbas y clamando con sonoros golpes en el pecho por los pecados de los otros.
 
Es el llamado efecto urna, que sitúa a las organizaciones políticas en el plano de irresponsabilidad que tantas veces les es propio y en el que son incapaces de ver ni asumir nada que no sea la rentabilidad electoral de una u otra posición política. Sólo me reconforta el cierto grado de despiste que observo en ellas. El que en cierta manera no sepan a qué carta atenerse. Si a la del humanitarismo y la solidaridad a ultranza – mafias incluidas – o la de la vil explotación de la xenofobia entre las gentes del lugar. Solo los socialistas parecen tenerlo del todo claro. A ellos les dejan las fronteras nacionales, los presupuestos públicos y la paciencia social hechos unos zorros y siguen apostando por la marca del talante también en la Europa de los mercaderes. Menos mal que el éxito del proyecto de Constitución demuestra que nunca lograron hacernos creer otra cosa.

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