No debería pasar inadvertido un articulo recién publicado de Xavier Pomés, médico y ex consejero de Sanidad de la Generalitat, en el que el autor se lamenta con amargura, como católico, de la ausencia absoluta de la jerarquía católica en los debates sobre la inmigración que está teniendo lugar en la sociedad civil. Ni los obispos opinan sobre el problema humano más grave de este momento, ni siquiera Cáritas está presente en las reuniones de ONG que se celebran para coordinar la atención a los recién llegados.

En efecto, resulta extraordinariamente sorprendente que unos obispos tan activos en los últimos tiempos, que han llegado a salir a la calle en manifestación junto a partidos políticos para protestar contra algunas reformas legislativas progresistas, que se complacen en impartir doctrina política a la menor oportunidad y que mantienen un sistema mediático agresivo que persigue evidentemente influir en los equilibrios electorales, están absolutamente callados ante un asunto que cuesta muchas vidas humanas de infortunados que perecen aplastados por los propios flujos migratorios, que pone a prueba el sentido de solidaridad de los españoles y que obliga a singulares esfuerzos de tolerancia a todos. ¿No tienen nada que decir, en fin, quienes en teoría se dedican a pastorear las almas ante la grave crisis que está provocando en las conciencias el frecuente drama de la inmigración?