EL RETO DE LA INMIGRACIÓN

... la UE no se vuelca más en resolver el problema?

La Vanguardia, 05-09-2006

FERNANDO GARCÍA – Bruselas
Para aportar soluciones al problema de la inmigración ilegal desde Bruselas hay que poder y hay que querer. La Comisión Europea apenas puede hacer más de lo que hace porque los estados miembros no le han dado competencias. El no de Francia y Holanda a la Constitución impidió un avance crucial en tal sentido. Los Veinticinco sí pueden dictar normas sobre asilo y control de fronteras, pero por unanimidad y no sólo por mayoría cualificada, como ocurre en los ámbitos realmente comunitarios. Este agujero político podría taparse con grandes dosis de voluntad política. Pero los estados siguen mostrándose perezosos y mentirosos, en el sentido de que no cumplen sus promesas. Van aceptando que el desbordamiento de la inmigración ilegal no concierne sólo a españoles e italianos, pues los sin papeles no quieren quedarse en Lanzarote, Ceuta o Lampedusa, sino alcanzar Francia, Alemania o Luxemburgo. Pero los líderes debaten el asunto cada vez menos desde la perspectiva de la integración laboral y social de los inmigrantes y cada vez más desde consideraciones aparentemente “realistas” que apenas ocultan los auténticos y miserables móviles del miedo y el interés electoral. Las quejas de Alemania y Holanda por el presunto efecto llamada de las regularizaciones, así como el retraso y la cicatería en las aportaciones prometidas en la crisis de Canarias son ejemplos de lo que quieren y lo que no quieren los socios europeos, declaraciones al margen. Para gran parte de las capitales, sobre todo del norte, este drama diario ocupa un lugar secundario en la agenda de la UE; por delante está la necesidad de que la Unión aclare su destino, salga del marasmo tras el no a la Constitución, defina sus fronteras, se ponga las pilas para no perder el tren de la competitividad y pinte algo en el mundo.

Puede que, pese a todo, los Veinticinco vayan poco a poco tomando conciencia de que tienen que asumir el reto como un reto europeo, no ya porque así les conviene a todos, sino también porque es lo justo. Lo triste es que tengan que irse convenciendo a golpe de reportaje y de visita de Fernández de la Vega, pues sólo las dolientes imágenes de las pateras en la tele y las contundentes broncas de la vicepresidenta española parecen sacarles los colores, y no siempre ni a todos ellos. Pocos son, por otra parte, los que reconocen que el problema no tiene solución a medio plazo; que forma parte de este mundo desigual, y que su raíz está en la miseria de un continente expoliado y desgarrado por los europeos. La UE es el mayor donante de ayuda al desarrollo de África. Pero ¿hay que ayudar o más bien asumir los daños y reparar el desastre?

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