Cayucos invisibles

La Vanguardia, 05-09-2006

FRANCESC-MARC ÁLVARO
Afirmaba Quim Monzó el pasado viernes, cargado de razón y de ejemplos, que “tropecientos sin papeles en autocar no despiertan el mínimo interés”. Él lo decía a partir de la simple observación de autocares desde la terraza de su casa, en Maçanet de Cabrenys. La paradoja es que, mientras los gobiernos español, italiano y maltés insisten en la imparable llegada de cayucos hasta las costas sureñas de la Unión Europea, las fronteras terrestres son un coladero enorme por el cual es muy fácil entrar. Se trata de fronteras mucho más discretas y donde todo se relaja. No sólo la mirada de los medios y la ansiedad de los políticos, también la vigilancia de la policía.

Veamos un ejemplo que este verano muchos han podido vivir en directo. Uno de los puntos comprobados de paso de inmigración ilegal es la frontera de Croacia con Eslovenia, pequeño país este que ya es miembro de la UE. Hasta Croacia llegan personas desde Albania, Montenegro u otros países más lejanos. El salto al espacio de la UE por Eslovenia, comparado con la travesía de los que se arriesgan en cayuco, es un juego de niños. El policía esloveno de turno, que no tiene conciencia de que esto es como Canarias pero en suave, no acostumbra a exhibir un celo especial. Así, una vez en suelo de la Unión, pasar a Italia, Alemania, Francia o España no es tarea complicada, pues lo más arriesgado se supera bien.

Podría instalarse una cámara en la frontera esloveno-croata para recoger las impresiones de los sin papeles que llegan a laUEen autocar o turismo. Pero no se hará porque nadie habla de ello. Así las cosas, el debate local y europeo sobre inmigración nace distorsionado por la estampa dura de los cayucos. Como si la parte (por grave y dramática que sea) fuera el todo. En Trieste, ciudad literaria y fronteriza por antonomasia, los cayucos importan poco. África queda demasiado lejos de este puerto del Adriático. Allí es el autocar y el automóvil repleto de personas lo que llama la atención. En Trieste y el norte de Italia (como en Figueres), los cayucos son invisibles, pero no los sin papeles.Una parte de los autocares que Monzó veía desde su terraza podrían haber entrado en la Unión Europea por Eslovenia y, tras pasar por Trieste, pegarse una paliza de carretera para llegar hasta Barcelona.

Debatir y legislar con el rumor del cayuco de fondo es engañoso. Aunque para los canarios y para nosotros es un problema de primer orden. El número de sin papeles que llegan a la UE tras una peligrosa travesía por mar es pequeño al lado de los muchos que entran tranquilamente por tierra o en avión. Pero éstos son invisibles, así que hacemos como si no existieran.

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