Paro e inmigración

La Vanguardia, 05-09-2006

TRAS el magnífico dato de crecimiento de la economía española en el segundo semestre del año, al que hay que añadir algunos tímidos signos de que el aumento de los precios puede estar desacelerándose, los indicadores de paro registrado y afiliaciones a la Seguridad Social en agosto publicados ayer son susceptibles de diversas interpretaciones.

En efecto, y como se ha señalado en diversas ocasiones, el número de inscritos en las oficinas del Inem en un mes determinado depende de muchas circunstancias, por lo que hay que dar más importancia a la tendencia que denota. Es verdad que el aumento del paro que se ha registrado en agosto – poco más de 28.000 personas- rompe una serie de seis meses de descensos ininterrumpidos, pero ese incremento es muy parecido al que se dio en el mismo mes del año pasado, lo que sugiere un componente estructural considerable.

Más significativo resulta el número de afiliados a la Seguridad Social, que en ese mismo mes bajó en 187.615 personas. Si, como afirmó ayer el secretario de Estado de Seguridad Social, el descenso de las afiliaciones en una cifra que prácticamente dobla a la de agosto del 2005 se debe sobre todo al final del proceso de normalización de extranjeros, se reforzaría la noción de que la generación de empleo en nuestro país depende en abrumadora medida del fenómeno migratorio.

Los datos de la Seguridad Social muestran, en este sentido, un mercado laboral muy distinto del de hace apenas un lustro, en el que los extranjeros no comunitarios ya son ahora más del 8%. El próximo ingreso de Rumanía en la Unión Europea modificará esa relación, al tratarse de uno de los colectivos cuya presencia en nuestro país más ha crecido en los últimos tiempos, pero eso es poco relevante. El verdadero problema es si una eventual desaceleración de la economía, particulamente en aquellos sectores más intensivos en mano de obra como el turismo y la construcción, no tendrá un impacto desproporcionado en ese sector de trabajadores extranjeros, con las consiguientes situaciones de marginación. No se trata de llamar al mal tiempo, sino de estar preparados.

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