Lechugas que crecen entre tres culturas en una finca de Covelo

Una senegalesa, un brasileño y un gallego trabajan para sacar adelante terrenos ecológicos

La Voz de Galicia, PEDRO RODRÍGUEZ, 15-04-2024

Hay una finca en Covelo (Pontevedra) que destaca entre otras. Es la única de la zona con un gran invernadero. Está en una ladera que linda con unas cuantas casas y un riachuelo. Un espacio que antes era maleza y, ahora, es el hogar de un sueño compartido. El de Janette, José y Norberto. Ella es de Senegal; ellos, de Brasil y Mondariz. Forman parte del programa Semente de paz de Acolle Inserción Laboral, una iniciativa para ofrecer una oportunidad en el rural a personas desempleadas. Esta finca de Covelo es, en resumen, «un volver a empezar». Sus vidas están llenas de primeras veces. La de los tres. Janette soñó siempre con una oportunidad, José con recorrer el mundo y Norberto con encontrar su lugar.

El primero en llegar a la finca fue el más joven, José. El camino que lo lleva a Covelo empezó hace 26 años en pueblo rural del estado de São Paulo en Brasil. Se crio en una familia de tradición agrícola, sus dos abuelos trabajaban la tierra, pero el siempre deseó conocer mundo. Fue a la universidad, estudió filología alemana y vino a Santiago de Compostela de intercambio. Solo siete meses. Lo suficiente para que Galicia quedara grabada. Volvería, pero antes estuvo en Brasil y Alemania. Se mudó allí al terminar la carrera con su pareja para estudiar canto lírico. Como a tantos migrantes, «me tocó trabajar en hostelería hasta que estalló la pandemia». De nuevo, tocó cambiar. Tenían un amigo que les ofreció una casa en Covelo y se vinieron. De nuevo al rural y «a la libertad», destaca José. Poco después, le surgió la oportunidad de empezar a trabajar en las dos fincas de Acolle Inserción Laboral. ¿Sabías por donde empezar? «Yo no tenía ni idea». Cuando era pequeño la finca «era un juego», pero ahora era un trabajo. Estuvo un año solo a cargo de la finca. «Tuve que aprender muchísimo», cuenta. A su espalda, el invernadero está lleno de vida. No le fue mal.

Un año después, llegó Norberto. José viajó a Covelo buscando un hogar y él volvió al suyo. Es de Mondariz, pero «la vida me llevó a Ibiza». Se fue con 33 años a trabajar en hostelería. «Con lo que eso implica», cuenta. Vivía sin horarios hasta que, otro punto en común, llegó la pandemia. Cerraron los restaurantes en los que trabajaba y tuvo que desandar el camino. Volver a empezar. Le costó al principio. Era su casa, pero la vida había cambiado. La oportunidad de trabajar en la finca le llegó durante ese proceso. Jugaba con ventaja. «Yo me crie aquí entre fincas», pero nunca habría esperado «aprender tanto». En la finca de Covelo no solo hay que plantar, cuidar y recolectar. También hay que estudiar y gestionar. Ya han empezado a vender y esperan que el proyecto siga creciendo y abastezca a la población y colegios de la zona.

La última en llegar fue Janette y su sonrisa. Porque así llegó, sonriendo. «Era la oportunidad que llevaba toda la vida buscando». Nació en Senegal. Se caso joven. Tuvo su primer hijo y, poco después, su marido se vino a España para encontrar un futuro para los tres. ¿Cuántos años tenías? «Veintitantos». Se quedó sola con su hijo esperando noticias de su marido. ¿A qué te dedicabas? Se ríe. «Trabajaba de agricultora». ¿Cómo aquí? «Sí, pero aquí es más fácil. Los productos que se usan aquí y las herramientas son mucho mejores». Su marido consiguió trabajo, después papeles. La llamó para que fueran ella y su hijo. Tenían miedo, pero volaron a España. Llegó a Asturias, tuvo su segunda hija y fue saltando de trabajo en trabajo. Se aprovecharon mucho de su necesidad. Le prometieron tantas cosas… A Vigo, también llegó por una promesa. «Le dijeron a mi marido que me habían encontrado un trabajo muy bueno». En Asturias sobrevivían, pero decidieron probar. Tenía 50 años y vuelta a empezar. Empezó a trabajar en una cafetería de Vigo, pero al tercer día la despidieron. «Me dijeron que ya no necesitaban más gente», explica. No tenía donde dormir y el hombre que le había conseguido el trabajo les dejó dormir en un bufete de abogados. Estuvieron allí dos meses. Los echaron. «Fue muy duro. Nuestra hija no entendía nada», el mayor se había quedado en Asturias. Le ofrecieron un piso en Covelo y se mudaron de nuevo. Gastaron todos sus ahorros por el camino. Su marido consiguió trabajar en ayuda a domicilio en Vigo, pero el dinero aún no llegaba. Un día sonó el teléfono y «ay, que felicidad».

Janette se unió hace unos meses a José y a Norberto. «Estoy muy contenta con ellos», destaca. José y Norberto asienten. Ellos opinan lo mismo. El de Mondariz explica que esta finca está creciendo con trucos de Galicia, Brasil y Senegal. También del Sáhara. Hace meses, al proyecto se sumó Alexandre Pereira, un experto en agricultura ecológica que ha trabajado por todo el mundo en reforestaciones. Lleva años haciendo brotar un bosque a las puertas del Sáhara. Alexandre es su asesor, los visita dos días a la semana. Él también llegó a la finca tras volver a su casa en Nigrán después de años fuera. Para Alexandre, esta iniciativa «vai demostrar que a agricultura de proximidade é un nicho de mercado que se vai desenvolver moito nos próximos anos».

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)