'El salto', la película que muestra el reverso de la valla de Melilla

Benito Zambrano se pone de nuevo tras la cámara para narrar en ‘El salto’ el drama de los inmigrantes que tratan de entrar en Europa en busca de una vida mejor

La Vanguardia, LEONOR MAYOR ORTEGA, 12-04-2024

Ibrahim vive en Madrid. Tiene trabajo de albañil y una relación con Mariana. La pareja espera un hijo y viven felices tras haber dejado atrás sus países y el drama de la inmigración. Pero no tienen papeles. La policía detiene un día a Ibrahim, lo interna en un CIE y lo deporta. Para el joven, vuelve a empezar el infierno que le llevará al reverso de la valla de Melilla en un intento de regresar a casa con su mujer y su bebé.

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Esa valla aparece constantemente en las noticias, pero su reverso es un mundo desconocido para los europeos: “Muchos inmigrantes llegan a la frontera después de haberse jugado la vida en el desierto y cuando alcanzan su destino ya no tienen recursos, por lo que se instalan allí. Detrás de la valla hay campamentos de hombres, de mujeres o de personas separadas por sus países de procedencia”, relata Benito Zambrano, director de El salto, la historia de Ibrahim, que hoy llega a las pantallas españolas.

“Ahora mismo hay cuatro vallas en la frontera que separa Marruecos de Melilla”
Tampoco la valla es un mero muro de metal como parece a los ojos occidentales. Es mucho más: “Ahora mismo hay cuatro vallas en la frontera que separa Marruecos de Melilla. Hay fosos entre unas y otras para dificultar el paso de los migrantes. En su día, se instalaron concertinas, aunque la gente saltaba igual, tiraban mantas y otros objetos para poder pasar por encima. Pero la frontera es cada vez más complicada, porque se ha intensificado el nivel de vigilancia”, añade el realizador en una entrevista concedida a La Vanguardia a su paso por el Festival de Málaga, donde El salto se programó fuera de concurso.

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Melilla puede parecer el final de una pesadilla tras un viaje infernal que viven muchos subsaharianos. “Algunos se quedan por el camino. Uno de los chicos que entrevistamos para hacer la película nos contó que en el desierto les atracaron los tuaregs, que van con ametralladoras porque saben que los migrantes llevan dinero para pagar a las mafias. A uno de sus compañeros le pegaron un tiro, cayó al suelo, tuvieron que escapar corriendo, lo dejaron allí sin poder hacer nada por él. La pesadilla continuó en Marruecos, donde muchas veces obligan a trabajar a las personas y luego no les pagan y violan a la mujeres”.

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Y después viene ese salto del que depende todo: “Si te pillan de inmediato, te pueden entregar a la policía marroquí a través de una puerta que hay en la valla. Por eso, si logras saltar, hay que correr y correr y correr…”.

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